Buenos
días mis tributos!
¿Nuevo
saludo? Sí, no sé si leeréis esto por la tarde o por la mañana pero son las 8 y
media de la mañana en España y aquí estoy publicando… Os lo prometí y lo prometido es deuda. Eso sí, un domingo a las ocho de la
mañana despierta, ya me lo podéis agradecer eh!
Hoy
os traigo el capitulo
38 !
Me
he dado cuenta al revisar que este no era el capitulo bomba, lo siento :S Es
más adelante, es que calculé mal las páginas, pero no queda casi nada. Lo he
alargado un poquito ya que hasta el día 14 no tendréis otro capítulo. Después
de ese creo que no publicaré hasta principios de enero con eso de las
navidades, podréis leer la historia de nuevo, buscar imágenes de los tributos
que os imagináis, dejarme comentarios, mandarme correos, participar en la Lista
de los Blogs etc Tal vez haya alguna sorpresa por navidad pero no prometo nada ya que ni siquiera sé si
estaré aquí.
Bueno,
que son las ocho de la mañana y mi mente a estas horas despierta lo que se dice
despierta… no está. Por lo que voy a dejar de escribir ya. Como tengo algo de
prisa, me despido hasta dentro de mucho tiempo :’(
Espero
que os encante el capitulo aunque esta vez no me ha quedado muy bien, y es algo corto, además no
os dejo con intriga para que no sufráis. Bueno, eso es todo, ojalá me esperéis
hasta que vuelva :’3
¡
No os entretengo más, capitulo 38 !
Besitos
de parte de vuestra escritora
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-Hola
Amy, te he echado de menos – me da un abrazo y después señala el arco con una
sonrisa que ilumina su rostro- ¿Es como el de mama?
-No,
el de mama es mejor –le cojo en brazos y voy hasta donde Finnick- pero ¿a que
es bonito?
-Sí,
es dorado, parece que está hecho de oro
-Es
verdad, parece de oro – le dejo en el suelo y me siento con ellos, miro a
Finnick y el parece darse cuenta- te dije que no tardaría
-Lo
sé, y me alegra que no tardases. La cena esta casi, si quieres puedes acostarte
un rato.
-Estoy
bien, gracias. Prefiero quedarme aquí – Gale se sienta encima mía de repente y
me sonríe. Mirar a mi hermano a los ojos y ver que estos siguen brillando con
la ilusión de siempre me arrebata una pequeña sonrisa. Él está feliz, no sabe
lo que ocurre, tan solo está aquí porque yo le he dicho que estamos jugando a
un juego. A él le basta con eso, confía demasiado en mí. Algún día entenderá
que le mentí para regalarle una vida. Espero que no me olvide nunca, porque yo
sé que no lo haré – creo que tu también quieres que me quede ¿verdad Gale?
Vuelvo
a mirar a Finnick. Sé que no tiene sentido pero verle ahí hace que sea más
optimista. Cuando le veo cocinando me recuerda a mi padre. Peeta Mellark, el
joven que conquisto el corazón de Panmen, y el de mi madre. No puedo explicar
con palabras lo mucho que quiero a mi padre. Mi padre es perfecto, mucho más de
lo que merezco, al igual que mi madre. Es por ellos y por Gale por lo que debo
llevarle de vuelta a casa. Pero a la vez Finnick me hace pensar en el futuro,
el me trae recuerdos, muchísimos recuerdos. Pero lo que realmente querría es
hacer mis propios recuerdos a su lado. Poder abrazarlo al lado del mar, en el
4. Eso que imagino, eso que mi mente convierte en un sueño es tan solo eso. Un
sueño. Jamás se convertirá en un recuerdo, no tengo un futuro del cual hablar.
La
sonrisa que había en mi rostro se ha apagad poco a poco, me concentro en mis
pensamientos, la vista en un punto fijo y respiro con más dificultad. Mis
pensamientos se apoderan de mi mente y ya no los controlo. La tristeza invade
mi mundo. Un ‘Amy’ me despierta, Finnick me mira preocupado. Le dedico la mejor
sonrisa que puedo pero parece que se da cuenta de que es falsa. Me da miedo que
me pregunte qué me pasa, odio que la gente lo haga. Ellos saben que te pasa
algo y tú también lo sabes, pero no te apetece hablar de ello, nunca apetece.
Para que no se preocupe levanto a Gale. Le sonrío y empiezo a hacer algo
práctico quitándome así todas las ideas de la cabeza. Cojo los botellines, los
llenos los reparto entre nosotros como cada noche, los vacios los coloco cerca
de la entrada. Hago mentalmente una lista de nuestras provisiones: los cuatro
botellines de agua, un ave, batatas, tres manzanas y tres fresas. El conejo lo
está cocinando Finnick. Mis cejas se arquean, parece mentira lo que puede hacer
el dar algunas provisiones, ahora incluso me parece poco lo que tenemos pero
nunca me arrepentiré, es más, ojalá pudiese haberles llevado más. Me centro en
lo que tenemos y calculo los días. Hoy, el conejo, si sobra algo podremos
desayunarlo mañana para tener algo de fuerzas. Mañana, pavo, lo repartiremos
para el día y la noche, no sobrará nada. Necesitaré salir mañana, después de
comer. Finnick no querrá que lo haga pero buscaré la manera de hacerlo, quiera
o no. No estoy dispuesta a poner su vida en riesgo más veces. Su vida… al final
su vida no contará. No puedo quitarme esa idea de la cabeza, he de llevar a mi
hermano a casa y para ello Finnick tiene que morir. Duele solo el pensarlo, no
quiero hacerlo, no quiero que muera, quiero que se quede a mi lado. Para
siempre.
-Eh,
te veo con mala cara, come y después duerme- su voz me despierta como otras
tantas veces- yo me encargo de llenar los botellines y de recoger.
No
rechisto a la invitación de Finnick, no lo hago porque quiero cerrar los ojos
de una vez, quiero olvidarme de todo y sumergirme en un mundo de sueños donde
las cosas no sean tan malas. Donde Finnick no tenga que morir para que mi
hermano vuelva a casa.
Cojo
el trozo de conejo que me corresponde y lo parto por la mitad, dejo el otro en
el plástico donde Finnick ha colocado el sobrante. No tengo apetito, ni hambre.
Miro a Finnick que me va a agarrar de la mano pero le niego con la cabeza. Bebo
agua y me lavo las manos y sin pensarlo más tumbo en el frío suelo de la cueva
cerrando los ojos. Mañana será otro día.