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viernes, 6 de septiembre de 2013

Relato 59



¡Hoy os traigo el capitulo 59!



¿Qué tal estáis todos? ¡Cuantísimo tiempo! Hemos vuelto. Al final lo he conseguido, actualizar y publicar el capítulo 59. He de decir que me ha costado y he tardado bastante por algunas complicaciones pero aquí estoy de nuevo, cargada de muchas ganas y de muchas… sorpresas.

El blog no va a tener cambio de look por la falta de tiempo, por cierto. Al igual que no he actualizado todavía las nuevas afiliaciones ni he dicho nada de los tantos premios a los que debo una entrada (muchas gracias a todos).
El capítulo de hoy comienza lento pero a partir del final, la historia se os hará más intensa, todo ocurrirá más de prisa. Aunque a ratos meteré espacios lentos para que la lectura se haga más relajada. Admito que habrá un cambio de narrador en un poco… ¿por qué?  Pues eso ya lo descubriréis. Podéis ir sacando teorías.

Como siempre recibiréis noticias mías vía twitter (@andrea_everdeen) y adelantos. Dado que empiezo a estudiar YA no sé cómo va a salir esto pero de momento, intentaré seguir con la rutina de publicar todos los viernes (como hoy) y a poder ser, intentaré hacerlos más cortos pero dos por semana. ¿Os parece?

No me entretengo que sigo con las mismas prisas de siempre. Espero que la vuelta os haya pillado de sorpresa y que os haya gustado. Al igual que espero que tras tanta espera, disfrutéis de este capítulo.





***




No recuerdo muy bien como acabe tumbada en las rocas y tan dormida como estaba hace un segundo. Me incorporo y veo a Finnick, tan relajado que, cualquiera que le viese ahora, dudaría que anoche estuviese de aquella manera.

Me levanto a lavarme un poco la cara con uno de los botellines porque me encuentro algo cansada e incluso mareada, y como siempre digo, aquí hay que estar en plena forma si quieres sobrevivir. Odio esa sensación continua de mareo, todo se vuelve negro por un momento y es como si la cabeza se te fuese por unos instantes, lo cual, no es nada agradable. La sensación cuando se me pasa es bastante reconfortante. Acto seguido me dedico a cambiar a mi hermano, le lavo y le curo esas heridas que parecen empeorar por momentos. Está tan frío que parece hielo, está tan frío que parece que su vida ya se esté yendo.

Por detrás noto que alguien se agacha y me sujeta la mano, me quita el bote con la pomada y comienza a hacer lo que estaba haciendo yo anteriormente. He debido quedarme muerta en un punto fijo mientras pensaba en mi hermano, porque ni siquiera me había dado cuenta de que Finnick ya se había despertado.

Me siento a observar la escena apoyada en las rocas, le cuida como si fuese hermano suyo. Lo cierto es que todo lo que me importa podría centrarse ahora mismo en esa escena. Son mi debilidad, pero son mi punto fuerte a la vez. Suena irónico, pero es que esta vida es ironía en sí misma.

Me vienen a la cabeza mis padres. Encojo mis rodillas y las sujeto con los brazos, entrelazados como si me diesen protección. Les echo tanto de menos que duele. Les quiero decir tantas cosas que jamás podré que me hiela la sangre. Un último abrazo, una última vez para escuchar el precioso sonido de las carcajadas de mi padre, la risa acogedora de mi madre, ver sus sonrisas, sentir su calidez, su protección, su amor. Un minuto para sentir todo ello de nuevo y podría irme tranquila. Un minuto para decirles lo mucho que les quiero o lo mucho que me importan y podría irme en paz, sin miedos.

Es increíble cómo puedes depender de otras personas. Lo que impacta que ya no estén a tu lado. Lo que descubres cuando sientes que has perdido lo que en realidad te daba a ti la vida.

Pienso en el amor de mis padres. Ese amor eterno que todos comentaban. 
Nací escuchando sus hazañas, crecí orgullosa de ellos. Sabiendo que no había nada mas grande que el amor de mi familia, porque había superado tanto… era algo indestructible, parecía imposible de romper, imposible de separar. Éramos los cuatro, desde y para siempre. Y eso era lo más REAL que había en mi vida.

-Finnick, un día mi padre le pregunto a mi madre, ¿me amas real o no real?

Me sale tan solo que ni siquiera me da tiempo a pensar en por qué lo he dicho. Finnick, que estaba guardando ya todo, lo deja en el suelo con cuidado y se acerca a mí. Cuando está en frente de mi  suspira, noto como respira hondo, veo que nervioso se toca el pelo pasándose por encima la mano. Se ha apartado de mí, sus brazos no abrazan mi cuerpo como innumerables veces, esta vez están tensos. Con cuidado me incorporo un poco más y le levanto la barbilla hasta que nuestros ojos se juntan. Su mirada dice tantas cosas, muestra de todo, de todo menos indiferencia. Temor, nervios, amor. Él ya me lo ha dicho, me lo ha demostrado y es hora de que yo me rinda, no quiero irme sin decírselo.

Sin decirle que no puedo parar de pensar en él. Sin decirle que me he acostumbrado a su olor, a tenerle cerca, a mirarle a los ojos y dejar escapar una sonrisa que me hace sentir estúpida. Sin decirle que sueño despierta con el día en el que aparezca por detrás y me abrace, tras darme un beso en el cuello como suele hacer aquí. No puedo olvidar cuanto se preocupa por mí, tampoco cuando me abriga si nota que tengo frío  Las veces que ha mostrado interés, acercándose a mí a pesar de todo. Sin tener en cuenta nada ni a nadie. Tengo mucho que decirle, como por ejemplo que estoy harta de dejar escapar oportunidades, aquí dentro he aprendido que la vida es cuestión de segundos y yo ya la he desperdiciado bastante. Supongo que el primer día tendría que haber sido más segura de mí, menos responsable y más egoísta. Tendría que haberle dicho lo que sentía, que me ponía nerviosa, que me encantaba que me hablase o estuviese cerca, que a su lado los segundos se hacían eternos o que su sonrisa me encantaba. Aún no sé si es una broma del destino, el acabar aquí con él y ambos, encerrados. Pero sé que me he cansado de todo, que ya no soy la misma, que he aprendido una y otra vez de mis errores y que él, él es el error que quiero cometer.

Digamos que lo complicado es reunir el valor para hacerlo, pero si hay algo que sé, es que esta vida es para los valientes.

-Finnick lo que yo intento decir es que yo… -oigo un pitido constante, como cuanto enciendes un micrófono, me pongo la mano en el oído y miro a Finnick- ¿has oído eso?
-¿El que Amy? –me mira extrañado, yo intento descubrir que es ese sonido, doy una ojeada a todo el refugio pero no encuentro nada. Él me agarra la mano y gira mi cabeza hasta que me encuentro de nuevo con sus ojos, esos ojos en los que el mar se refleja, que hacen que desconecte del resto del mundo. -Yo no he oído nada, lo único que he oído es a ti, y no has acabado de…
- Buenos días tributos, por fin todos habéis despertado –algo interrumpe a Finnick. Es el sonido que oí antes pero seguido de una voz. Esa voz la reconozco, es su voz, es la voz de Clover, un escalofrió recorre todo mi cuerpo, mi espalda- bueno, espero que os alegréis de escuchar mi melodiosa voz. Vengo a daros buenas noticias. Tras nuestro intento fallido de juntaros y dadas las consecuencias, hemos decidido hacer un banquete. Sé que la idea de los insectos mutados no salió del todo bien, somos conscientes de la equivocación, la idea era que huyeseis pero el veneno era demasiado fuerte como para ello. Aun así, no somos tan crueles como muchos pensáis, tras escuchar algún cañonazo decidimos parar. Eliminamos los insectos. Muchos de vosotros nos debéis ahora mismo la vida. Vuestra recompensa por lo sufrido es el banquete. Este tendrá lugar mañana en la Cornucopia por lo que los tributos que están allí deben irse de inmediato. Cada mochila contiene lo que necesitan los tributos, medicinas, u otras cosas que convienen. Por si lo dudáis, la fiebre no se irá y los síntomas tampoco, solo irá a peor hasta que, el afectado por este veneno, muera. Cada mochila estará marcada con un número, si queréis salvar a los vuestros os deseo un feliz baño de sangre. Que la suerte esté de vuestra parte, tributos.