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martes, 21 de enero de 2014

Capitulo 3



¡Hoy os traigo el capítulo 3!


¿ME ECHABAIS POR AQUÍ DE MENOS? ¡YO, SI!
(disculpas adelantadas)


Os explico, estoy escribiendo lo más deprisa que puedo esta entrada. ¿Por qué? Como ya sabréis, o eso espero, no he estado de vacaciones, ni he ido de crucero ni me he paseado con Jack por el Caribe. La razón de no haber publicado hasta el día de hoy, 21/01/14, es que los problemas técnicos siguen presentes. ¿Cómo pues, estoy escribiendo esta entrada? Cuando me solucionaron el problema, publiqué la entrada anterior, tras esperar un día fui a publicar otra, y vuelta a mi bucle de los ideales problemas técnicos que me atormentan, no fue posible.  Bien, esta es mi manera de deciros que esta entrada puede ser no solo la primera del año, sino la primera de muchas. O que tras publicarla, me toque ponerme otra vez a comprobar todo, porque una vez más, falle con la siguiente publicación.

El caso es que empezamos el año con este esperado capítulo, algo improvisado pero que espero que os guste. Sé que tengo muchos comentarios y correos por contestar y ahora mismo me pondré con ello. Al igual que la entrevista que hice, la cual deseo enseñaros. O las visitas a blogs que os debo y quiero hacer.

Desearos un tardío feliz año y daros las gracias porque tenemos más de 350.000 visitas, que se dice rápido ¿verdad?

No me entretengo más no vaya a ser que falle el sistema y no publique al final la entrada. Espero todos vuestros comentarios impacientes y os deseo que sigáis leyendo con la misma ilusión de siempre. Rezad porque no haya más problemas con blogger.







***

Te amo. Su pregunta había sido contestada, la pregunta que ayer tendría que haber respondido para no estar tumbada, desangrándose, tal y como lo hacía ahora. Finnick sabía que siempre había sido real a pesar sus discusiones, a pesar de que admitió su beso con Will y aunque Amy negase quererle, a él no le sentó bien. Porque discutieron muchas veces para salvarse la vida entre ellos hasta el punto de decirse que no se querían, y eso había pasado de nuevo la noche anterior, cuando dejaron de hablarse. Porque aunque Amy dijese que todo había acabado, que el juego había acabado, no era verdad. Porque aunque Amy decía una y otra vez, cada día, que no tendrían futuro, que nada saldría bien, ni siquiera pudo resistirse a algunos de sus besos. Era la primera vez en todos los juegos que se lo decía, que le decía que le quería de esa manera.

Finnick le coge las manos y sonríe. Una sonrisa que tratan de hablar porque las palabras no pueden salir. Unas manos, que aprietan sin dañar, porque la fuerza le abandona. Y una mirada que lo dice todo. Porque no quiere perderla, no puede perderla.

Y cuando la persona a la que más quieres en este mundo, se está yendo y ves que no puedes hacer absolutamente nada para evitarlo, duele. Tu cabeza recuerda una y otra vez momentos especiales, sonrisas y abrazos, como si quisiese hacer que doliese más, hasta que te encierras en un bucle sin salida, en el que o sales en ese mismo momento por ti mismo, o no sales nunca.

Después de todo lo que habían luchado no podía perderla así, se levanta, le suelta la mano con mucho cuidado, como si de una muñeca de porcelana se tratase y busca en las tres mochilas que no son de su distrito cualquier cosa que le sirva para parar la hemorragia. A medida que abre las mochilas y saca su contenido, una parte de él elimina todo rastro de esperanza, pero cuando ve las demás crece de nuevo. Porque su amor por Amy es mayor que su miedo. Mira un momento la cara de esa dulce chica, tumbada, con una mano tapando la herida que no para de sangrar. Observa su cara de ángel, su delicada piel, su perfección, aún con heridas, aún estando más delgada de lo que debería, porque no era la más guapa del mundo, pero para él era la guapa, más guapa que cualquiera. Sin más, unas pinzas aparecen desde el cielo, y tran de ese cuerpo marchito, llevándosela lejos de él.

Todo sucede realmente rápido. El sol que le ciega por un minuto deja de hacerlo cuando un enorme aerodeslizador aparece justo encima de ellos, ve como las pinzas suben lentamente con el cuerpo de Amy, se queda bloqueado, ningún musculo de su cuerpo responde. Lo que está pasando no puede ser verdad.

Ve como la compuerta inferior se abre y el cuerpo de la chica desaparece. Mueve la cabeza por un segundo a donde estaba tumbada y mira al cielo de nuevo. No tarda ni tres segundos, pero el aerodeslizador se ha ido. Amy ha desaparecido. Su oportunidad de decirla que la quería se había desvanecido.

Rabia, rabia y dolor es lo único que siente, lo único que le obliga a moverse, a gritar. Finn cae de rodillas, llevándose las manos a la cabeza y agarrando con fuerza su cabello, cierra los ojos una y otra vez con la esperanza  de despertarse en la cueva, el día antes del banquete. El problema es que así es el juego, vivir o morir.

Cuando estás mal, cuando lo ves todo negro, cuando no tienes futuro, cuando no tienes nada que perder, cuando... cada instante es un peso enorme, insostenible. Cuando te han arrebatado lo que más te importa. Quieres huir, escapar. De cualquier forma. De la más simple, de la más cobarde. Ella no está. Ya no está. Y entonces, simplemente, querrías no estar tampoco tú. Desaparecer. Pero él no puede, no aún.

Está de rodillas en la Arena, no oye ningún cañonazo que le diga que ya ha acabado. Amy seguirá desangrándose en el aerodeslizador, se la habían arrebatado y ni siquiera estaba muerta todavía. Intenta pensar que tal vez la estén curando, pero luego vuelve a la realidad, ¿acaso esas personas que les secuestraron y les metieron en ese sitio infernal tendrían algún interés en preservar sus vidas? La respuesta era clara, no.
Está al lado del banquete que tantos problemas había creado, pensando en ella. En su sonrisa, su cabello, sus ojos vidriosos llenos de fuerza…

Le encantaría que volviese aunque solo fuera un minuto. Un minuto parece realmente poco tiempo, mísero, pero en un minuto podría hacer muchas cosas. Los primeros segundos para decirle que la amaba más que a su propia vida, que odiaba la idea de que se fuese tan pronto, que la echaría eternamente de menos. Para decirla que su hermano estaría bien, que mantendría su promesa. Para convencerla de que no tuviese miedo, porque había conseguido escapar al fin de este infierno, porque la esperaba un lugar mejor, porque le pediría a su padre que cuidase de ella allá donde fuese. Los siguientes segundos le prometería que algún día se verían y que entonces no la dejaría ir de nuevo. Veinte segundos quedarían pues, diez para abrazarla y aferrarse a ello, para hacer de ese abrazo un recuerdo eterno. Los últimos diez, para rozar sus dulces labios y besarlos. Y cuando tuviese que irse de nuevo, una lágrima le caería pero mantendría la sonrisa mientras la vería alejarse y le susurraría un siempre, un te amo que perduraría eternamente.

Por desgracia, no tendría esa oportunidad.

Hoy finalmente se había cansado de ese juego, del estúpido tira y afloja. Era frustrante tener que ser marionetas de una guerra que ni siquiera ellos habían empezado. Harto de los extremos: vives o mueres, matas o te matan, cazas o eres cazado, ganas o pierdes. Estúpidos sinónimos para referirse a este juego, adornos de nombres que suenan mejor que la muerte. Porque el foco de esperanza se centra en esa persona que puede salir de la Arena, pero todos se olvidan de las otras que mueren al intentarlo. Cansado de perder la vida de la gente que le importaba. Agotado de luchar por sobrevivir. Porque ahí estaba la clave, lo que él quería no era sobrevivir, lo que él quería era vivir.

 “Te prometo que cuidaré de Gale, te prometo que os mantendré con vida en la Arena” Sin percatarse si quiera ya está levantado cuando esa frase resuena en su cabeza, una lágrima cae por su mejilla pero rápidamente la borra con la mano. No va a permitir que ocurra esto de nuevo. Sus músculos pesan más que nunca, destrozado sigue caminando. Coge todas las mochilas, más vale que no le falte de nada ahora que le falta lo que más importaba. Lo único que piensa ahora es en que está anocheciendo, debe llegar hasta Gale para curarle.

Tiene que darse prisa, atraviesa nadando lo que le separa del bosque. Decide centrarse en el chico que se queda aquí, el que aún puede vivir y decide enfocar toda su rabia a sacarle de aquí, vivo. Porque duele pensar en la sonrisa calcada de Amy que tiene su pequeño hermano, pero siente que sigue aquí abajo cuando en sus recuerdos la ve jugar con Gale, o cuando piensa en el pequeño diciéndole que a su madre le encantaría el premio que les iban a dar cuando ganasen el juego, un par de inocentes palabras le hacen sonreír momentáneamente.

En ese mismo momento se oye un cañonazo. Se queda parado, su corazón pierde el ritmo y empieza a latir cada vez más fuerte, más rápido. Las manos comienzan a sudarle, se pone nervioso, tiembla. Mira a todos los lados desesperado, quiere llorar, gritar, desahogarse, quiere caer al suelo, que Colin lo atrape. Que todo acabe. Su respiración aumenta y sus piernas comienzan a fallar. Sin embargo mira adelante y sigue andando, no tiene fuerzas suficientes para correr pero si las suficientes para llegar y mantener con vida a Gale, porque Amy lo hubiese querido así. Porque es la única cosa que le queda de ella en este infierno. Porque es su forma de mantenerla con vida.