¡Hoy
os traigo el capitulo 58!
Supuestamente lo publiqué hace unos días pero
BLOGGER en vez de publicármelo, lo borro. Me he enterado de que no ha sido publicado
gracias a vuestros correos. Me parece increíble lo que ha pasado. Me ha tocado
reescribirlo esta mañana y encima no me ha quedado, ni la mitad de bien que el
otro.
Bueno, no os entretengo muchos más. Deciros que
los correos están todos respondidos pero los comentarios no ya que es más
complicado hacerlo desde el móvil. Siento que me esté retrasando tanto con las
vacaciones y todo eso, intentaré escribir en cuanto pueda.
Hablaros de que he decidido acabar la historia
antes y acortarla un poquito más, por ello, se desarrollará tras este capítulo
todo un poco más rápido.
Espero que os guste este capítulo, el cual es más
calmado que los anteriores con las malas noticias, las muertes etc
POR CIERTO 160 SEGUIDORES :’)
***
Es madrugada aún cuando llego a la cueva. No sé
la hora exacta porque el bosque es tan frondoso en algunas zonas que la vista
es ciega y no eres capaz de ver ni un mínimo rayo de sol o de luz de la luna,
lo cual te confunde.
No tardo en retirar las ramas agotada, y al
entrar no pienso en nada. Suelto mis armas mirando mis manos fijamente y
recordando lo que han sido capaces de hacer. Pero es así, me repito para
sentirme menos culpable.
Miro a Finnick, evito a mi hermano pero acabo
acariciando su dulce cara hasta darle un beso de buenas noches antes de
acostarme sobre la fría roca. Y no puedo evitar pensar que es fría, pero que no
lo es tanto como yo.
Me consumo en un profundo sueño que se apodera
de mi, alejando el cansancio y los pensamientos y llevándome a un sitio de paz
y tranquilidad.
Abro los ojos en
ese momento, sobresaltada, mi respiración estaba acelerada, notaba como unas
pequeñas gotas de frío sudor rodaban por mi frente y mi cuello, bajando con
lentitud, lo que me recordaba a cuando...
Borro esos
pensamientos, simplemente he despertado en mitad de la
noche como otras tantas veces, repito en mi cabeza.
Quizás sean pesadillas que no recuerdo o la
culpabilidad que me mata por dentro. Pero necesito descansar, he de hacerlo. Y
ya es tarde, demasiado tarde para cambiar lo que ha sucedido.
Miro alrededor de la cueva. Un pequeño escalofrío me recorrió al ver
a mi hermano, dormido, indefenso, con el cuerpo llevo de extrañas picaduras que
lo apartan de mi poco a poco. Estoy tan centrada en no perder a mi hermano que
no me doy cuenta de que Finnick también está despierto. Él es el único que
consigue darme seguridad, pero ahora no. Está sentado, tembloroso, parece un
niño pequeño. Pero un niño asustado. Verle así hace que me rompa a pedazos. Me
acerco a él con cuidado y me siento en frente, manteniendo una ligera distancia
entre nosotros. Le miro atentamente y él parece no darse cuenta. Sin más sube
la cabeza, sus ojos confusos parece que miran tristes al pasado, no parece el
Finnick que yo conozco. El Finnick divertido, distraído y juguetón.
Ahora simplemente está destrozado. Sentado en un
suelo frío con la cabeza entre las manos, ocultándolas en sus rodillas. Eso
hace que se me corte la respiración. Hace que quiera abrazarle, que quiera
consolarle, e incluso hace que quiera llorar. Llorar porque verle así me duele.
Y aún no entiendo por qué.
Traga saliva y levanta la cabeza. Pero no me
mira a mí, tan solo mira hacia otro lado, nervioso. Me pregunto si he hecho
algo para que esté así. Me pregunto si soy la culpable de que el brillo de sus
ojos se haya ido. Tal vez fuese dura con él por lo de mi hermano, quizás esté
así por ello.
Su voz me rescata de mis pensamientos como
innumerables veces ha hecho antes, pero está vez su voz tan solo es un pequeño
susurro.
-Solo ha sido una pesadilla.
-¿Una pesadilla? –Puedo notar en mi voz que
realmente estoy sorprendida, no esperaba esa respuesta- ¿Por qué no me has
despertado?
-No quería preocuparte
-¿Desde cuándo tienes pesadillas?
-Te sorprenderías- una sonrisa irónica aparece
en su rostro. Ha dicho que me sorprendería, repito. Agarro su mano y la
acaricio por encima. Le había tomado por el chico fuerte, duro pero a la vez
dulce, jamás supuse que tuviese pesadillas, ni imaginé que estuviese asustado
por algo. Se le ve tan tranquilo siempre, tan seguro. Todo este tiempo ha
tenido pesadillas y yo ni siquiera he sido capaz de darme cuenta de ello. Soy
egoísta. Creo que ve por la expresión de mi cara que me siento culpable,
intento parecer inexpresiva, borrar cualquier rastro para que no se sienta mal,
pero como siempre, él se da cuenta- no te preocupes, las tengo desde niño Amy.
Es solo que ahora han cambiado, ahora son diferentes.
-¿Desde niño?-algo se mueve en mi interior. Su
voz es apenas un hilo, se rompe ha cada palabra y temo que se rompa él también-
Finnick, ¿de qué son tus pesadillas?
Baja la mirada triste. Parece asustado por algo,
parece destrozado. No debería haber preguntado. Me siento fatal, le veo tan
hundido, él está realmente mal y no puedo hacer nada. No debería haber
preguntado, repito en mi cabeza. Podría decir con certeza que dolor es lo único
que soy capaz de leer en sus ojos.
-Finnick, sabes que puedes confiar en mí.
Un minuto de silencio ocupa la cueva. Un minuto
que se me hace eterno. Quiero volver a decirle algo pero también necesito que confíe
en mí, así que simplemente espero, hasta que habla.
-¿Tu madre te ha contado cómo murió mi padre?
–latidos disminuyendo, escucho sus palabras, se me para el corazón. Claro
que lo ha hecho, yo misma le pregunté
una mañana que se despertó con sus pesadillas.
El padre de Finnick era muy importante para mi madre, de eso estoy
segura. Recuerdo el dolor de sus palabras cuando me hablaba de él, es el mismo
dolor que tiñe ahora las palabras de Finn. Siento que me voy a romper en
pedazos- cada noche, de pequeño, soñaba con mi padre. Al principio estábamos en
una sala, yo corría a abrazarlo. Cuando estaba a punto de llegar la sala
desaparecía, aparecíamos los dos en una alcantarilla y allí imaginaba como fue
su muerte. Siempre era lo mismo. Despertaba llorando y gritando su nombre.
-Finnick… -me doy cuenta de que no hay palabras
que continúen la frase. De que solo puedo mirarle a los ojos y permanecer
callada. De que no hay palabras que salgan de mi- yo…
-Ahora han cambiado –continúa hablando, lo que
en parte me alivia pues no sé qué decirle- Esta noche no he soñado con mi
padre.
<<¿Qué es eso tan malo que sueñas?>> pienso <<¿Por qué
no me lo quieres contar?>>
-Eso está bien ¿no? –dudo un momento, vacilo
ante la pregunta pero recuerdo su frase anterior ‘ahora son diferentes’. Pongo
mi mano en su pómulo y acaricio suavemente su cara para tranquilizarle. Le
obligo a levantar la vista y a mirarme a los ojos- Finnick, ¿de qué son tus
pesadillas ahora?
No mira a otro lado, no evita mi pregunta, me
mira a los ojos. Sus ojos se oscurecen, el terror se ve en ellos. Y sin más
empieza a hablar.
-Te imagino muriendo de mil formas diferentes,
nunca puedo hacer nada para salvarte y ni te imaginas el dolor que siento
cuando me despierto. Es como si me faltase algo, es como perder mi propia vida.
Pienso en lo que acaba de decir. Sus palabras me
han dejado sin respiración. Quiero decirle que no tiene de que preocuparse, que
no voy a morir, pero ambos sabemos que es mentira.
En este momento desearía parecerme más a mi
padre. Mi madre y yo nunca hemos sido demasiado buenas con las palabras, sin
embargo padre… No sé qué hacer, me tiembla el labio inferior. Tengo que
enfrentarme a esta situación sola y por una vez en mucho tiempo admito que
necesito la ayuda de mis padres. Puedo sobrevivir, puedo cazar, puedo incluso…
la palabra no quiere salir de mi, pero lo hace. Puedo matar. Pero, ¿Por qué no
soy capaz de hablar con Finnick de esto? ¿Por qué no puedo hacer nada?
Estoy inmóvil, preocupada. Las palabras no van a
alejar sus pesadillas, mis palabras no harán que se tranquilice. No sé qué
hacer, así que me limito a hacer lo único que sale de mí. Me acerco a él con
cuidado, y beso sus hermosos labios una vez más.