¡Hoy
os traigo el capítulo 54!
Siento
la espera, ayer llegué tardísimo y no iba a ponerme con esto. Esta mañana me he
liado y al final ahora, después de comer, os lo traigo. Estamos de vuelta en la
Arena después de ese ‘desliz’ para saber cómo van las cosas en el Capitolio.
Espero que os gustase el juego de narradores, antes se usaba mucho, cambiar sin
más de narrador para dar dinamismo. Lo haré en un futuro a narrador omnisciente
y de nuevo Amy o algo así, no estoy segura.
Últimamente no me da tiempo a revisar los capítulos, están casi como los escribo la primera vez, releído si eso. Lo digo por si veis faltas o está algo peor escrito. En serio, lo siento, a mi regaladme tiempo y os prometo que hago milagros.
Hay
varias entradas programadas porque el lunes desaparezco de nuevo, mis exámenes
me reclaman. Y capítulo no se sinceramente cuando, porque mi tiempo es de cero
y descendiendo.
No
me entretengo más. En fin, como siempre muchas gracias a los que leéis y a los
que os venís nuevos. Espero que os guste el capítulo y en el siguiente... ya
imaginaréis que descubriremos.
***
En
la Arena
Estamos
volviendo a la cueva. Salimos con cuidado de la grieta aunque rozo un poco mi
hombro en la fría roca. Voy con una sonrisa en la cara que de vez en cuando se
tiñe de preocupación y desaparece. Recuerdo mis palabras, busco la verdad en
ellas. Es muy cierto que tengo miedo, miedo de enamorarme de Finnick. De
construir falsas esperanzas que luego se evaporen como los sueños que son.
Le
miro a los ojos, es un chico apuesto, muy apuesto. Me sonrojo de pensarlo.
Estamos en la Arena, a punto de morir. No sabemos los días que nos quedan de
vida pero yo, yo estoy pensando en lo apuesto que es el joven que camina a mi
lado. Definitivamente estoy como mi madre solía decir cuando bromeaba con Gale,
mentalmente desorientada.
Mi
hermano está en mis pensamientos también. Llevamos bastante fuera, puede que ya
llevemos dos horas, tal vez algo menos. Supongo que es lo suficientemente
inteligente como para saber que tiene que comer y cada cuanto beber, creo que
ya se está acostumbrando a esto.
Teniendo
en cuenta que vamos por otro camino más corto, camino que solo hemos visto
subidos desde un árbol, no sé cuanto tardaremos en llegar.
De
repente Finnick echa a correr. Me arrastra sin soltar mi mano, con nuestros
dedos entrelazados. ¿Qué? ¿Qué ocurre? Mi corazón se acelera y las preguntas
aparecen en mi cabeza, mi preocupación va en aumento al igual que mi
respiración, a esto se le añaden los latidos de mi corazón, aunque no sé si
tiene mucho que ver con lo que sucede o más bien con quien agarra mi mano.
Ideas retorcidas pasan por mi cabeza, imaginándome como siempre lo peor.
Se
para en seco, sacudo la cabeza para borrar las imágenes de mi mente e intento
convencerme de que no ha pasado nada. Respiro agitadamente y le miro alerta.
Después veo una especie de precipicio, un pequeño abismo o un enorme desnivel.
Si pretendía bajar por ahí no podemos, puede que sea más rápido pero es una
locura. Me mira juguetón pero yo solo miro la caída. Vale, definitivamente si
nos caemos no moriremos pero tampoco me apetece probar el golpe.
-¿Cuándo
fue la última vez que te divertiste?
-Finnick,
teniendo en cuenta que estamos en la Arena -corto mi frase pensativa, mis
últimos días han sido un bucle de frustración, odio, miedo y preocupación.
Cualquiera que me mirara dudaría que tuviese ya dieciséis años. En parte es
culpa mía, de mi forma de ser, de mi barrera, de intentar aparentar ser fuerte,
de tragarme todo en vez de llorar. Empiezo a recordar, lo último divertido que
viví puede que no esté tan lejos. Una parte de mi despierta, no sabría cómo
decirlo. Mi parte prudente me avisa pero creo que heredé mi rebeldía de mi
madre por lo que la desobedezco, puede que sea otra manera de acabar con el
Capitolio, demostrarles que ni siquiera aquí pueden acabar del todo con nuestra
vida, que no consiguen arruinarnos a pesar de todo- bueno, lo cierto es que me
divertí mucho ayer.
-¿Ayer?
-Sí-
mi voz no es tensa, es tranquila, dulce es la palabra exacta. Sus cejas se
arquean y yo sonrío mientras juego con su mirada. Confundamos al Capitolio, me
digo. Me acercó un poco más a él y susurro- ayer un joven se despertó a mi
lado, por un momento perdí la cabeza, me alegro de que no hubiese ido a más.
Eso si habría sido todo un espectáculo para el capitolio.
-Sé
lo que pretendes, pero si la Arena no me ha vuelto loco, tu…-se calla y se
acerca a mí, nuestros labios se juntan de nuevo. Noto la presión y la suavidad
del beso, algo que ya me resulta familiar. Sonríe y se separa un poco apoyando
su frente en la mía- no sé que estoy diciendo. Me volviste loco desde el primer
día.
Me
vuelve a acercar a él agarrándome con una mano la espalda. Su otra mano juega
con mi pelo hasta que sujeta mi cuello presionándome más cerca de él. El roce
de su mano por mi piel, por mi cuello, hace que tiemble. Sin más, se separa y
una parte de mi se queda con ganas de tenerlo cerca de nuevo.
Me
susurra un ‘hagamos una locura’ que se lleva el viento. Ahora se a lo que se
refería con divertirme, grito he intento soltar la mano que él me agarra con
toda su fuerza, pero soy incapaz de hacerlo. Le miro seria. << Ni se te
ocurra>> pienso. Tarde. Se echa un poco hacia atrás y coge carrerilla
impulsándose hacia delante. Quiero tirarme al suelo para pararlo. No, no puede
hacerme esto. Salta, definitivamente salta, y yo voy con él.
Intento
contener mi grito por si hay tributos pero me resulta imposible. La caída no
dura apenas unos segundos pero se me hace eterna. Grito, siento el viento por
todo mi cuerpo. La mano de Finnick me agarra con firmeza hasta que llegamos al
suelo. Al caer un escalofrió recorre mi espalda, un pinchazo agudo aparece en
mis tobillos y me recorre el cuerpo. La caída es dolorosa, pero cuando me
levanto lo que hay en mi interior es una mezcla de temor y de euforia.
Río,
ni siquiera sé por qué. Mis carcajadas aumentan poco a poco. No me controlo,
río sin parar. Puede que me haya vuelto loca pero no, río de histeria. La risa
poco a poco se convierte en un ligero sollozo. No pienso llorar ahora, creo que
es de los pocos momentos que no tengo motivo alguno para llorar. La adrenalina
que recorre mi cuerpo se va desvaneciendo en un ligero cosquilleo por todo mi
cuerpo.
-Ey-
me agarra fuerte de los hombros- ¿Por qué lloras? ¿Te hice daño? ¿Fue una mala
idea Amy?
-No.
Volvería a hacerlo otra vez, a sentir de nuevo la euforia…
-Ahora
viene un pero, ¿verdad Amy?- me levanta la barbilla y me mira directamente a
los ojos- sabes que no puedes mentirme
Me
muerdo el labio inferior. Todo ha sido perfecto, quiero decir, poder olvidar
por unos segundos que estaba en la Arena, eso ha sido perfecto. Pero no puedo
explicarle lo que he visto mientras caía. Por un momento pensé que moriría, en
parte sabía que no iba a pasar, la
adrenalina que recorría mi cuerpo me aseguraba que estaba viva. Más viva de lo
que me he sentido hasta ahora. Libre es otra palabra que podría usar para
describirlo. Libre.
Mi
cabeza empezó a traer recuerdos, también sueños. Es frustrante, jamás me
sentiré igual de viva de nuevo y sentir eso me ha hecho pensar. Pensar en que
no tiene sentido nada. Sin quererlo vuelvo al mismo bucle de siempre, me
encierro en mi misma, pienso una y otra vez que no tengo futuro, pienso que
moriré. Miro la realidad, a mí alrededor, estamos en la Arena. Nada de eso ha
cambiado, y eso hace que quiera derrumbarme. Pero aquí sigo de pie. Frente a
él, que me sostiene de los hombros esperando mi respuesta y me recuerdo que
debo ser valiente, valiente como lo fue mi madre. Tengo que hacer que se sienta
orgullosa, tengo que sacar esperanzas del menor rastro de sonrisa que vea,
tengo que hacer que ella me vea feliz. Porque así no se culpará tanto, porque
así tal vez piense que no lo estoy pasando tan mal. Porque la quiero, y debo
hacerlo por ella.
-No
es nada Finnick. Ya sabes, mi miedo-me mira curioso. Leo su pregunta en la
mirada ‘¿Tu miedo?’ y me parece mentira que aún no sea capaz de entender mis
palabras, pues intento ser lo más sincera que puedo. Apoyo mi cabeza en su
pecho y él acaricia mi pelo, dándome un suave beso en la frente. Me siento
culpable de haberlo mantenido lejos de mí tanto tiempo. Simplemente lo admito,
ya sabes cuál es mi miedo Finnick, decido contestar en un pequeño susurro-A
enamorarme de ti, lo decía realmente en serio.