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domingo, 25 de noviembre de 2012

Relato 38


Buenos días mis tributos!

¿Nuevo saludo? Sí, no sé si leeréis esto por la tarde o por la mañana pero son las 8 y media de la mañana en España y aquí estoy publicando… Os lo prometí y lo prometido es deuda. Eso sí, un domingo a las ocho de la mañana despierta, ya me lo podéis agradecer eh!

Hoy os traigo el capitulo 38 !

Me he dado cuenta al revisar que este no era el capitulo bomba, lo siento :S Es más adelante, es que calculé mal las páginas, pero no queda casi nada. Lo he alargado un poquito ya que hasta el día 14 no tendréis otro capítulo. Después de ese creo que no publicaré hasta principios de enero con eso de las navidades, podréis leer la historia de nuevo, buscar imágenes de los tributos que os imagináis, dejarme comentarios, mandarme correos, participar en la Lista de los Blogs etc Tal vez haya alguna sorpresa por navidad pero no prometo nada ya que ni siquiera sé si estaré aquí.

Bueno, que son las ocho de la mañana y mi mente a estas horas despierta lo que se dice despierta… no está. Por lo que voy a dejar de escribir ya. Como tengo algo de prisa, me despido hasta dentro de mucho tiempo :’(

Espero que os encante el capitulo aunque esta vez no me ha quedado muy bien, y es algo corto, además no os dejo con intriga para que no sufráis. Bueno, eso es todo, ojalá  me esperéis hasta que vuelva :’3

¡ No os entretengo más, capitulo 38 !

Besitos de parte de vuestra escritora

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-Hola Amy, te he echado de menos – me da un abrazo y después señala el arco con una sonrisa que ilumina su rostro- ¿Es como el de mama?
-No, el de mama es mejor –le cojo en brazos y voy hasta donde Finnick- pero ¿a que es bonito?
-Sí, es dorado, parece que está hecho de oro
-Es verdad, parece de oro – le dejo en el suelo y me siento con ellos, miro a Finnick y el parece darse cuenta- te dije que no tardaría
-Lo sé, y me alegra que no tardases. La cena esta casi, si quieres puedes acostarte un rato.
-Estoy bien, gracias. Prefiero quedarme aquí – Gale se sienta encima mía de repente y me sonríe. Mirar a mi hermano a los ojos y ver que estos siguen brillando con la ilusión de siempre me arrebata una pequeña sonrisa. Él está feliz, no sabe lo que ocurre, tan solo está aquí porque yo le he dicho que estamos jugando a un juego. A él le basta con eso, confía demasiado en mí. Algún día entenderá que le mentí para regalarle una vida. Espero que no me olvide nunca, porque yo sé que no lo haré – creo que tu también quieres que me quede ¿verdad Gale?

Vuelvo a mirar a Finnick. Sé que no tiene sentido pero verle ahí hace que sea más optimista. Cuando le veo cocinando me recuerda a mi padre. Peeta Mellark, el joven que conquisto el corazón de Panmen, y el de mi madre. No puedo explicar con palabras lo mucho que quiero a mi padre. Mi padre es perfecto, mucho más de lo que merezco, al igual que mi madre. Es por ellos y por Gale por lo que debo llevarle de vuelta a casa. Pero a la vez Finnick me hace pensar en el futuro, el me trae recuerdos, muchísimos recuerdos. Pero lo que realmente querría es hacer mis propios recuerdos a su lado. Poder abrazarlo al lado del mar, en el 4. Eso que imagino, eso que mi mente convierte en un sueño es tan solo eso. Un sueño. Jamás se convertirá en un recuerdo, no tengo un futuro del cual hablar.
La sonrisa que había en mi rostro se ha apagad poco a poco, me concentro en mis pensamientos, la vista en un punto fijo y respiro con más dificultad. Mis pensamientos se apoderan de mi mente y ya no los controlo. La tristeza invade mi mundo. Un ‘Amy’ me despierta, Finnick me mira preocupado. Le dedico la mejor sonrisa que puedo pero parece que se da cuenta de que es falsa. Me da miedo que me pregunte qué me pasa, odio que la gente lo haga. Ellos saben que te pasa algo y tú también lo sabes, pero no te apetece hablar de ello, nunca apetece. Para que no se preocupe levanto a Gale. Le sonrío y empiezo a hacer algo práctico quitándome así todas las ideas de la cabeza. Cojo los botellines, los llenos los reparto entre nosotros como cada noche, los vacios los coloco cerca de la entrada. Hago mentalmente una lista de nuestras provisiones: los cuatro botellines de agua, un ave, batatas, tres manzanas y tres fresas. El conejo lo está cocinando Finnick. Mis cejas se arquean, parece mentira lo que puede hacer el dar algunas provisiones, ahora incluso me parece poco lo que tenemos pero nunca me arrepentiré, es más, ojalá pudiese haberles llevado más. Me centro en lo que tenemos y calculo los días. Hoy, el conejo, si sobra algo podremos desayunarlo mañana para tener algo de fuerzas. Mañana, pavo, lo repartiremos para el día y la noche, no sobrará nada. Necesitaré salir mañana, después de comer. Finnick no querrá que lo haga pero buscaré la manera de hacerlo, quiera o no. No estoy dispuesta a poner su vida en riesgo más veces. Su vida… al final su vida no contará. No puedo quitarme esa idea de la cabeza, he de llevar a mi hermano a casa y para ello Finnick tiene que morir. Duele solo el pensarlo, no quiero hacerlo, no quiero que muera, quiero que se quede a mi lado. Para siempre.

-Eh, te veo con mala cara, come y después duerme- su voz me despierta como otras tantas veces- yo me encargo de llenar los botellines y de recoger.

No rechisto a la invitación de Finnick, no lo hago porque quiero cerrar los ojos de una vez, quiero olvidarme de todo y sumergirme en un mundo de sueños donde las cosas no sean tan malas. Donde Finnick no tenga que morir para que mi hermano vuelva a casa.
Cojo el trozo de conejo que me corresponde y lo parto por la mitad, dejo el otro en el plástico donde Finnick ha colocado el sobrante. No tengo apetito, ni hambre. Miro a Finnick que me va a agarrar de la mano pero le niego con la cabeza. Bebo agua y me lavo las manos y sin pensarlo más tumbo en el frío suelo de la cueva cerrando los ojos. Mañana será otro día.