Seguidores

miércoles, 23 de marzo de 2016

Capitulo 12


¡Hoy os traigo el capítulo 12!

Este capitulo tampoco es de los más largos pero quería cortarlo aquí para no demorarme mucho tiempo escribiendo el siguiente y poderlo publicar cuanto antes. Había escrito una página más pero prefiero guardarla para el siguiente y modificarla un poco, así además ya tengo una pequeña parte del 13 escrito.

De nuevo, os copio lo que dije en el capitulo anterior. Os sigo invitando a participar enviando vuestra portada para el PDF de LJDH continúan, y como siempre, daros las gracias por vuestros 'likes' en facebook, los seguidores de twitter, y los votos en wattpad. Y recordad que os encontraré si tuiteais con #LJDHcontinuan y otras muchas. ¡Ayúdanos a dar a conocer el blog! Toda ayuda es bienvenida.

Espero que disfrutéis mucho del capitulo e intentaré pensar en qué hacer para publicar más a menudo, ¡Os leo en los comentarios, correos y redes sociales con mucha ilusión! ¡Gracias por seguir por aquí! Que la suerte esté siempre de vuestra parte.





.



De repente siento hambre, suena irónico que lo diga pero me agrada tener esa sensación. Hasta ahora lo único que he sentido ha sido dolor desde que me rescataron. El concepto de dolor estaba empezando a cambiar en mi mente. Los dolores nuevos los siento con intensidad, pero apuesto que un corte ya me duele mínimamente, como si me hubiese acostumbrado. He intentado pensar que el dolor es psicológico y centrarme en otra cosa para calmarlo, pero no siempre funciona.

Mis tripas suenan exigiendo dejar de estar vacías. Siempre he odiado ese sonido, sobre todo en público, hace que me sonroje débilmente. O, al menos, eso creo. Siento que las orejas me empiezan a arder seguidas de los pómulos, y por unos segundos quiero desaparecer. Suerte que estoy sola.

Soy consciente de que debería quedarme aquí pero estoy aburrida y hambrienta. Además, no puede decirse que sea una chica a la que le gusta estarse quieta, parada y sin hacer nada. Más bien, para bien o para mal, soy todo lo contrario. Supongo que ya he reposado bastante, y si no es así tendré que autoconvencerme de ello para no sentirme tan culpable. Estoy ansiosa por salir de aquí.

Con cuidado saco las agujas que atraviesan mi piel hasta llegar a la vena. No duele pero resulta algo molesto. Noto la tirantez de la piel y un poco de presión en la zona de alrededor de la misma. Al sacarla presiono con una gasa que había en una mesilla situada al lado de la camilla, junto a otros muchos aparados que no sé para qué pueden servir. Presiono con fuerza durante un rato, viendo como deja un punto de sangre en ella. Finalmente la retiro con cuidado y observo que no siga saliendo sangre, tras comprobarlo, dejo la gasa en la camilla. Me quito también los aparatos que están conectados por todo mi cuerpo. Parece mentira que un circulo tan pequeño imponga tanto respeto. Me hace sentir débil, enferma, vulnerable. El simple hecho de llevarlos hace que me sienta desprotegida. Los retiro notando como se despegan de mi piel, con cuidado los dejo a un lado de la camilla. Tocar este material me hace pensar en qué hubiese hecho si no nos hubiesen secuestrado. En qué querría ser en la vida, quizás enfermera o médico. Miro la gasa con un poco de sangre y no me produce ninguna sensación. Mi madre en cambio odiaría  tener que trabajar con estos materiales que a mí me parecen incluso interesantes. O quizás no, me llaman demasiado la atención los aerodeslizadores y las nuevas tecnologías que en los últimos años han aparecido en el capitolio. Tal vez lo mío fuese algo de esas ramas, o tal vez simplemente me dedicase a cazar con mi arco un par de ardillas hasta que alguien decidiese por mí. Es ridículo pensarlo, porque ahora he cambiado, aunque todo volviese a la normalidad no sabría qué hacer para volver yo a la normalidad.

La camilla está fría como el hielo, lo sé porque a veces mi piel roza sitios en los que no está cubierto el metal. Busco unas zapatillas porque imaginar pisar el suelo descalza me produce un hormigueo y una sensación de frío molesto, aunque no es la misma sensación que produce el frío metal. Por suerte, veo unas colocadas debajo de una silla. Me bajo de la camilla y noto el frío en mis pies, justo como había pensado. Un escalofrío recorre mi cuerpo de abajo arriba, noto como la piel se torna a algo que no sabría describir con exactitud. Es una sensación molesta en la que en los muslos parecen clavarse o salir de él minúsculos cristalitos. Desagradable , pero a la vez no.

Muevo los pies en el sitio para acostumbrarme, camino lento y me agacho a por las zapatillas, al hacerlo un dolor intenso aparece en mi estómago. Decido que lo mejor es sentarme unos segundos, antes de que uno de mis mareos aparezca tornando mi visión en negro y haciéndome perder la poca fuerza que tengo. Me las pongo con cuidado y noto que el calor vuelve a mis pies lentamente. Me visto con una bata que encuentro posada en la misma silla, me miro en el reflejo de uno de los armarios el cual supongo que contiene algunos de los medicamentos que guardan en la habitación. No sé si parezco una enferma o una enfermera, pero agradezco no sentir los brazos desnudos. Me recuerdan a las vías que tenía antes, o peor, a la sangre que ha corrido por ellos en la Arena.

Abro la puerta de la extraña habitación en la que estoy metida, he de decir que he perdido fuerza pues la puerta me pesa bastante. Al cruzar la puerta siento que estoy en otro mundo. Los pasillos blancos y luminosos contrastan con el triste gris de la habitación. Echo un último vistazo antes de cruzar el umbral de la puerta y sigo mi camino.

Ha andado antes por pasillos de aerodeslizadores en viajes hacia el Capitolio para algunas reuniones de mi madre, pero esta vez es diferente. Parece que hayan pasado años desde que pisaba uno de dichos pasillos, es como estar en otro sitio diferente, en otro tiempo. Nada ha cambiado pero todo se ve distinto. Quizás lo que es distinto somos mi perspectiva y yo, me siento extraña en un lugar que debería resultarme más familiar y cercano que el sitio en el cual me encontraba hacía apenas unos días. Aunque carezco de pleno conocimiento sobre la fecha a la que me encuentro, quiero creer que no haya pasado más de una semana.

Camino lento y ayudándome de la pared. Mis piernas parecen frágiles ante la acción de caminar. Tengo miedo a caerme y por ello prefiero ser previsora. Recorro uno de los pasillos blanco en busca de algo o de alguien pero parece no acabar nunca. Es como un laberinto. He seguido recto hacia la izquierda, encontrándome con algunas puertas cerradas necesitando un fichero para entrar. Después he girado a la derecha pensando que tal vez en esa dirección me cruzaría con alguien, pero de nuevo nadie había aparecido. Pienso en volver atrás pero no quiero enchufarme otra vez a las máquinas como si mi vida hubiese acabado y tuviese que estar descansando todo el día. Así que continuo andando, sin saber hacia dónde voy, girando por el primer sitio que me parece cuando se terminan los pasillos rectos. Intento comprobar las puertas pero ninguna se abre. Parece que esté sola en este aerodeslizador, en algún momento ha de aparecer alguien. No creo que haya tan poca gente para no encontrarme con nadie si ando durante un rato más.

-¿Amy? –al principio creo que me lo he imaginado, me cuesta reaccionar pero es la voz de Finnick. Me giro inmediatamente y veo en el pasillo rostros que reconozco enseguida, Colin, Haymitch, Gale… Por fin he encontrado a gente, y no a cualquier persona, son rostros familiares, cálidos, cercanos. Rostros que conozco perfectamente y que tiempo atrás pensé que no volvería a ver nunca. Apoyada en la pared inicio el camino hacia ellos, lentamente. Voy a decir algo pero la voy de Haymitch se adelanta, con un gesto de mano que parece darme a entender que no diga ni una sola palabra.
- ¿Se puede saber qué haces de pie? ¡¿Qué haces por los pasillos?! –sus gritos resuenan e incluso se llega a oír un leve eco, anonada mi expresión facial debe ser una mezcla entre alegría, sorpresa y confusión, aunque no se por cal de esos sentimientos apostaría más fuerte, no se me ocurre otra cosa que intentar explicarme pero no me deja opción- ¡¿Acaso no sabes lo grave que estas?! ¿Te has parado a pensar con esa cabeza que pareces tener de adorno lo que te puede ocurrir si te mueves?
- Haymitch desperté hace un rato, intenté no moverme y permanecí en la camilla el tiempo que pude, resistiéndome a levantarme. Cuando pasaron unos minutos me encontraba mejor y solo quería buscar a alguien. Tenía bastante hambre, la garganta seca, estaba sola con un montón de preguntas atormentando mi cabeza así que pensé que…
- Lo siento, lo siento preciosa –me corta. Su tono es tranquilo y cálido, a la disculpa le rodea una preocupación que no molesta en ocultar. Finnick me observa sin moverse, como si estuviese viendo a un fantasma, Haymitch viene y me da un abrazo, me sorprendo al ver una lágrima recorrer su rostro. Una sonrisa débil se me escapa y él me da un beso en la frente intentando aclarar lo que había ocurrido- perdóname, estaba tan preocupado. Sé que no debería haberte gritado así pero ya conoces mi genio, no sabes lo que me alegra tener a mi pequeña de vuelta aquí.

-Yo también me alegro de estar de vuelta Haymitch.