Seguidores

domingo, 6 de marzo de 2016

Capitulo 11




¡Hoy os traigo el capítulo 11!

Este capitulo que está maldito, o algo por el estilo ya que es la tercera vez que lo escribo, al fin está aquí. ¿Lo peor? Que a mi no me gusta. Creo que es un poco más largo de lo normal, lo he cortado aquí porque si no quedaba muy largo. Espero que disfrutéis de él y no olvidéis que podéis debatir sobre qué va a ocurrir o no, es divertido leeros.

De nuevo, os copio lo que dije en el capitulo anterior. Os sigo invitando a participar enviando vuestra portada para el PDF de LJDH continúan, y como siempre, daros las gracias por vuestros 'likes' en facebook, los seguidores de twitter, y los votos en wattpad. Y recordad que os encontraré si tuiteais con #LJDHcontinuan y otras muchas. ¡Ayúdanos a dar a conocer el blog! Toda ayuda es bienvenida.

Espero que disfrutéis mucho del capitulo e intentaré pensar en qué hacer para publicar más a menudo, ¡Os leo en los comentarios, correos y redes sociales con mucha ilusión! ¡Gracias por seguir por aquí!





.




Despierto de nuevo, me noto más recuperada. Esta vez no me mareo ni noto mi cuerpo extraño. Parece que la pesadez se ha ido, tan sólo noto los músculos un poco cargados, como si hubiesen estado tensos durante un tiempo prolongado. Respiro lentamente, disfrutando de la sensación del aire que entra llenando mis pulmones. Noto como mi tórax asciende y desciende lentamente, dejando atrás una sensación relajante que me hace sentirme bien, sana y lo más importante, viva.

Veo como la fría habitación se despliega ante mis ojos mientras intento aclarar mis ideas. La habitación está tan vacía, solitaria, me recuerda al final de algo. Tal vez lo sea, el final de esta pesadilla.

No puedo evitar sentir una profunda sensación de pérdida, aunque por alguna casualidad del destino todo hubiese terminado. Por desgracia, no creo en las casualidades ni en el destino. Mi mente trabaja deprisa, no soy capaz de esquivar el caos que se reúne en mi cabeza, las imágenes de la Arena pasan por mis ojos desgarrándome por dentro. Intento liberarme de esas visiones apretando los ojos hasta que siento un pequeño mareo producido por la intensidad y mi esfuerzo por escapar de la realidad que me atormenta.
Debería pensar que soy afortunada, por estar viva, por haber escapado de aquel horripilante sitio pero, no me siento así. Es exactamente esa sensación de incertidumbre la que me atormenta. Qué creer, qué pensar y por tanto, como actuar. El camino fácil es confiar en que todo va a salir bien, dejarme llevar por los pocos pensamientos positivos que ahora mismo viven en mi más profundo interior. Por alguna razón que se me escapa, soy incapaz de hacerlo. Mi cabeza se ha vuelto fría y lógica, lo que hace que busque razonamientos para todo lo que ocurre, que calcule cada movimiento y cada decisión, intentando protegerme de un daño que acabará resultando inminente. Si hasta ahora habían pasado todas aquellas cosas, quién podía asegurar que está vez fuese diferente.

No creo que vaya a salir bien, nos han rescatado, pero eso es tan solo uno de los muchos movimientos que has de hacer si quieres ganar la partida de ajedrez. Y este hecho que se escapa de mi entendimiento, me desconcierta, el querer pensar una cosa pero acabar irracionalmente dirigiéndome hacia la contraria. Sin saber por qué, plasmo la realidad como algo oscuro llegando a una conclusión que es lo único que me parece claro, nada puede salir bien si el responsable de esto sigue con vida. Y no puedo evitar preguntarme si ese desgraciado sigue con vida.
No me siento precisamente afortunada, y que consiguiesen rescatarnos sin problemas no me inspira demasiada confianza. Un gobierno alternativo que lleva años planeando un acto como este no ha podido dejar que escapemos sin represarías. Quizás solo está siendo negativa, pero no soy capaz de ver este mundo de otra manera. Una red de hechos profundamente meditados y entrelazados, historias de esperanza, y por otro lado, de venganza. Sentimientos como el dolor o la ira, que mueven un plan sin futuro pero con muchas pérdidas. Una oportunidad tan meditada debía tener previsto que pudiesen sacarnos de la Arena, lo que les llevaría hacia otro plan, como si todo esto ya estuviese calculado. Es posible que nunca lo hayamos visto, pero siempre han estado ahí, enterrados en la superficie, escondidos entre nosotros, ¿de quién debemos fiarnos? ¿Qué tengo que hacer?.

Ante tantas preguntas sin respuesta, suspiro, agradeciendo la calma que existe en la habitación. Comienza a parecerme más acogedora que fría.  Es totalmente lo contrario a lo que puedo encontrar en mí. Sin caos, tan solo calma. Se puede escuchar casi el silencio. Intento centrarme en él, disfruto de la sensación de bienestar que me produce un poco de tranquilidad. Me concentro en mis respiraciones, profundas, hasta ser capaz de notar las palpitaciones producidas por el latido de mi corazón. Tan rítmico y sincronizado que produce una agradable sensación sugiriendo que nadie ni nada puede variar este momento, por fin estoy tranquila.
Bajo la vista y examino mi cuerpo, de nuevo. ¿Estaré capacitada para andar? Tal vez mis heridas me lo impidan. Soy presa de una impaciencia inenarrable, necesito responder mis preguntas, y no hay nadie aquí que venga a responderlas. Intento controlar el impulso que me incita a saltar de la camilla y apoyar mis pies en el suelo antes de comenzar una carrera hasta mi meta. De momento lo consigo, pero la necesidad de incorporarme es cada vez mayor.

Tengo la garganta seca, el cuerpo me pesa pero en realidad me encuentro mejor que la última vez que desperté.  Tras haber estado calmada por unos escasos minutos, siento un fuerte dolor en la sien, cruza hasta los ojos y termina englobando toda mi cabeza. Una sensación de presión constante mezclada con pinchazos pausados que convierten en algo incómodo el seguir despierto. Veo unas luces y cierro los ojos, entonces se desencadena un dolor mayor que se torna en insoportable. Cualquier mínima luz o destello parece un foco intenso que provoca que el dolor aumente. Aprieto fuerte mi cabeza pero nada cesa, ni siquiera el dolor minimiza. Siento que estoy lejos, los pocos ruidos que había en la sala se oyen lejanos y ausentes. Estoy allí y a la vez no estoy, es difícil de explicar. Comienza a producirme un agobio intenso y la angustia me ahoga hasta sentir que se me hace un nudo en el corazón, es como si rebosase un vaso de agua y comenzase a caer lentamente, como una manta asfixiante en verano. No puedo alejarme de ese agobio y de ese dolor.

Sin más, recuerdos de Finnick intentando abalanzarse sobre Colin despiertan mi mente y hacen que me pregunte que ocurrió. Intento alejar un poco el dolor sintiendo un pinchazo aún más profundo, como si pensar doliese. No me había parado a pensar en lo que había ocurrido la anterior vez que desperté. Quiero abandonar ese pensamiento para que cese el dolor que padezco. Intento centrarme en la calma que me impregnaba hacía escasos minutos. Abro lentamente los ojos y respiro hondo, noto como el aire llena mis pulmones, de nuevo.

Recuerdos, una vez más, del escozor de mi herida, de lo ocurrido en la Arena, de las máquinas que me rodeaban. Y lo pienso, detenidamente, el fuerte dolor de mi estómago ha desaparecido. Me llevo la mano a la herida y compruebo que está casi cerrada. Debo llevar mucho tiempo enchufada a las maquinas del Capitolio, no tengo cortes, ni heridas, mis marcas han desaparecido. Reconozco el buen trabajo de estas pero ver tantas a mí alrededor hace que me sienta encerrada en una especie de hospital y de nuevo, la habitación se vuelve fría en vez de acogedora. Los pequeños ruidos que salen de ellas, entremezclados con pitidos rítmicos y molestos, hacen que el silencio de antes parezca lejano. Estoy recuperando los cinco sentidos, me noto más centrada y, me fijo con más detalle en el sitio que me rodea apreciando los detalles de la habitación.

Al final, haciendo más caso a mi instinto que a mi cabeza y, dejando por una vez la fría lógica y el sentido común a un lado, me incorporo con cuidado. Noto algún pinchazo pero nada comparado con la sensación que sentí cuando me moría, sensación que agradezco no tener que repetir. Decido sentarme, mis piernas cuelgan de la camilla. Miro mis brazos, tan perfectos como antes de ir a los juegos del hambre. Bueno, tal vez perfectos no sea la palabras pero desde luego es agradable no ver heridas cada dos centímetros de los mismos. Llevo una pulsera blanca en la muñeca. No logro entender la letra, por lo que no puedo leer lo que lleva escrito. Un dato más que me proporciona preguntas en vez de respuestas.

Si me paro a pensarlo detenidamente parece tan irreal, aún no me creo que nos hayan rescatado. Siento como si todo esto fuese un sueño. Y de nuevo, vuelven mis dudas acerca de que tendrán planeado ahora. Quizás ataquen a Panem, al gobierno, o tal vez simplemente todo ha acabado.

Estoy incorporada, tengo que esforzarme más al respirar en esta posición, pero sigue siendo reconfortante. Miro a mí alrededor de nuevo y sigo sin ver a nadie. Busco con la mirada alguna persona conocida pero en esta habitación, a parte de una débil chica sentada en una camilla, solo hay máquinas, medicamentos, y otros materiales de enfermería o medicina.