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sábado, 27 de abril de 2013

Relato 52





¡Hoy os traigo el capítulo 52!

Bueno, un día de retraso no es mucho. Ayer no me sentía con  ganas de escribir, no os mentiré. Y ahora mismo tampoco es que tenga muchas, pero lo prometido era deuda.

El capítulo lo he escrito ahora mismo y muy deprisa porque tengo tres exámenes que estudiar y LITERALMENTE no he empezado, así que no me enrollo mucho. Deciros que espero que aún así os guste y que esperéis ansias pero pacientes el siguiente capítulo. Como veis no lo he dejado muy interesante para que así no os consuman las dudas. Este capítulo y el siguiente serán un poco más largos que los demás, pero como podéis ver no mucho. El caso es que estoy en un pequeño bloqueo, se lo que pasará después pero no sé exactamente como entrelazarlo, y ahora en la época de exámenes tampoco es que pueda pensarlo mucho…

¡Disfrutar del capítulo! Y gracias, no solo por leer, si no por esos comentarios y correos que consiguen sacarme tantas sonrisas.

Espero que sigamos creciendo y dándonos a conocer como todos estos meses :)




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Sí, mi familia. Resulta que cuando me fue al 2 asumí un alto cargo. Intenté olvidarme de Katniss, aunque lo cierto es que me fue imposible. Pasaron cinco años y sin más, Peeta apareció en el 2. Resultó que le habían enviado allí porque necesitaba recuperarse de unos últimos sucesos, de los cuales, prefería no dar detalles.

Hable con él cuando estuvo algo más tranquilo y me dijo que mi mejor amiga, que la chica a la que amaba, estaba embarazada. Entonces supe que debía olvidarme de ella, por su bien, por el de todos.

Iba a visitarles con frecuencia, cuando nació Amy estuve a su lado. Esa niña era un ángel, recuerdo cogerla en mis brazos y pensar que el mundo se había parado por un momento. Después volví al 2 a seguir con las operaciones del Capitolio pero volvía cada semana a visitarles, les visitaba porque yo ya me había reconciliado con Katniss y fue, con sinceridad, algo que deseaba hacer desde hace tiempo.

Desde entonces y aunque me doliese volvió a ser mi mejor amiga. Solo mi mejor amiga. Pero las cosas volvieron a ser como antes de sus primeros Juegos. Ella y yo, nuestro bosque, nuestros momentos. Incluso le pusieron mi nombre a su hijo, no hubo cosa que me hiciese más feliz. Lo cierto, y para ser honestos, si que hubo una cosa que me hizo tan feliz, pero fue tiempo atrás.

Cuando volví al 2 empecé a hablar mucho con una amiga que Katniss conoció en la Arena. Su nombre era Johanna y ella era hermosa, por dentro y por fuera. Teníamos muchas cosas en común. Ella había sufrido mucho y estaba en el 2 de tratamiento. Al principio a penas me cruzaba con ella. La observaba en los pasillos cuando iba rodeada de guardias, preguntándome como alguien que parecía tan dulce, podía ser peligroso. Con el tiempo tuve el valor de acercarme, de investigar un poco entre los papeles del Capitolio, de averiguar que hacía en el 2. Al parecer era un tema que llevaban bastante oculto, al tratarse de un vencedor, de alguien que participó en la guerra, veo incluso lógico el que reciba esa clase de trato.

Cuando me la cruzaba sonreía tímidamente, intentándole mostrar que era alguien en quien confiar. Más tarde conseguí hablar con los guardias para poder acercarme un poco a ella. Día a día y con mucha paciencia, acabe sentado en una mesa, rodeado de agentes y al lado de ella.

Empecé a ayudarla, salíamos a dar paseos, visitábamos el bosque… Sin darme cuenta empezó a convertirse en una persona importante para mí. Tan importante que conseguía que me olvidase de Katniss. Poco a poco la confianza surgió entre nosotros. Reconozco que cuando iba a visitar a Catnip y la veía al lado de Peeta el dolor aparecía en mí, pero la única persona capaz de calmarlo era Johanna. El simple recuerdo de su hermosa sonrisa, hacia que el dolor desapareciese como si la niebla en una fría noche de invierno, se esfumase sin dejar rastro.

Comenzamos a pasar mucho tiempo juntos. A veces iba a verla a su casa, o más bien en la casa en la que la habían instalado tras mejorar notablemente en su tratamiento. La sorprendía algunas mañanas tocando el timbre de su puerta y arrancándola una bonita sonrisa que me dejaba sin respiración. Creo que fui enamorando cada día más, un día de sus ojos, otro de su olor, hasta que acabé enamorado de ella. Recuerdo como si fuera ayer el día que sin quererlo un día la bese. Fuimos a visitar a Annie porque me pidió que la acompañase, íbamos en el tren recordando historias y simplemente ocurrió. Ella iba leyendo un libro y yo se lo quité para ver que leía. Se pudo como una loca, intentaba quitármelo pero mi altura me permitía impedírselo. Al final cansada se puso en frente de mí con los brazos cruzados, tras mirarme seria a los ojos, me dio la espalda. Parecía una niña, una niña pequeña. La abracé por detrás, colocando mi cabeza sobre su hombro. Acercando mi boca a su oído para decirla que no se enfadase. Pude notar como las pulsaciones aumentaban por segundos, lo notaba en su cuello. Puse el libro en frente de ella e intentó cogerlo. Es más, lo consiguió. Con una sonrisa triunfal coloco el libro sobre mi pecho, empujándome. Yo no pude evitar reírme, era fuerte, realmente fuerte. Pero yo era rápido. Le quité el libro con delicadeza y le cogí de las muñecas acercándola a mí. Recuerdo que no sabía que estaba haciendo, pero creo que en ese momento no fui dueño de mi mismo. No sé quien se inclinó antes, pero sin más, estábamos juntos. A penas a un centímetro, y podía notar sus labios cerca de los míos. Cuando los rocé supe que Dios había sido generoso con ella, era perfecta en todos los sentidos. Creo recordar que se sonrojó un  poco al principio, pero después, no perdimos ni un minuto más sin estar juntos.

Ese día acabo su tratamiento, la dijeron que ya había encontrado su cura. Jamás pensé que acabaría con ella. Jamás pensé que tendría esa familia que tanto soñé. La cosa fue más allá, más que a un beso. Ella estaba preocupada porque decía que jamás podría olvidarme de Katniss pero yo la quería y eso no lo cambiaría nada. Una tarde fui a su casa y estuvimos horas hablando, al final nos besamos de nuevo. Creo que ese día empezó nuestra relación. Así pasó el tiempo. Otro día, se paso ella por mi casa, jamás lo había hecho antes. Se quedo a cenar, la cena se alargo. Acabamos juntos, abrazados en mi sofá. Poco a poco los besos surgieron, las caricias. Poco a poco sucedió todo. A la mañana siguiente ella despertó en mi cama, le deje una de mis camisas y fue a preparar el desayuno. Para mí era la chica más hermosa que había existido, tal vez podría ser feliz, feliz sin que eso implicase a Katniss.

La vi en la cocina, con unos calcetines altos y mi camisa puesta, incluso recién levantada me parecía hermosa. Supe en ese momento que la quería de verdad. Nos casamos dos años después, todos vinieron. Annie, Peeta, Katniss y cada uno de nuestros amigos. Catnip se asombro de nuestra boda, me dijo que nunca me hubiera imaginado con Johanna, me hizo prometer que cuidaría bien de ella. Y así lo hice todo el tiempo. Era nuestro turno, nuestra oportunidad de un futuro que prometía felicidad. Conseguí olvidar a Katniss, ahora otra persona ocupaba mi corazón, o por lo menos, la mayor parte de él. Ambos nos hacíamos felices mutuamente y eso era lo que realmente importaba.

A Johanna le llevo un tiempo adaptarse a nuestra nueva vida. Nos mudamos juntos. Ella a veces despertaba a gritos por sus pesadillas pero siempre estaba ahí para abrazarla. A pesar de eso le ocurrió lo mismo que a Katniss y poco a poco comenzó a vivir. Ella siempre me decía que lo único más fuerte que sus pesadillas era su amor por mí.

Me hacía realmente feliz, más que nadie en este mundo. Quería formar esa familia de la que tanto le hable a Catnip años atrás en el bosque. Lo intentamos pero resultaba imposible. "No te preocupes, Gale," me susurró una noche Johanna, "Todo va a salir bien". Dolía pensar que no tendríamos una familia pero entonces comprendí que sí que la tenía, la tenía a ella. "Siempre, podemos esperar", murmuré yo. Ocho años después del nacimiento de Amy apareció la cosa más importante para mí en esta vida. Mi hijo. Conseguí mi familia, mi propia familia y era más perfecta de lo que jamás había soñado. Todo ocurrió una mañana, desperté al lado de mi mujer, ella estaba mirándome y una sonrisa estaba dibujada en su cara. “Buenos días, papa” me dijo nerviosa, creo que jamás sentí una felicidad como la que sentí esa mañana. Mi mujer estaba embarazada. Mi hijo nacería en nueve meses. Esos pensamientos me invadieron al igual que la alegría que suponían.