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domingo, 22 de febrero de 2015

Capitulo 7



¡Hoy os traigo el capítulo 7!

Hoy, tras bastante tiempo, al fin tenéis al menos un par de párrafos que leer. Como siempre, esta página es tan solo un borrados de lo que espero, que cuando tenga tiempo, se convierta en una historia en condiciones. Con buena redacción, nuevos capítulos, más descriptiva y con mucho más vocabulario, y no tal sencillez. Espero, aún así, que disfrutéis de los borradores que voy subiendo. 
De verdad, me gustaría escribir más rápido y fluido, publicar antes y tener tiempo para contestar a cada uno de vuestros comentarios y correos, que no dudéis, leo. Pero actualmente es un poco imposible. 

Si me seguís en instagram o en el twitter del blog, veréis que también están algo abandonados, últimamente lo tengo todo así, no es que haya abandonado, es que estoy algo ausente, por decirlo de alguna forma. Aún con esas, si estás leyendo esto, gracias, porque significa que a pesar de tiempo, sigues aquí, espero que impaciente por leer las nuevas palabras que han salido de apretar las teclas de mi portátil. Disfruta mucho de cada una de ellas, y espero tener más de vuelta.

Me gustaría hacer muchas reformas en el blog, además de crear algo donde pueda escribiros aunque sea un par de frases cada pocos días para que sepais de mi, recomendaros algún libro, grupo o película, incluso algún lugar que ver, recetas, cosas sencillas y útiles, o una simple foto. Para que veáis que aunque ponerme a escribir es difícil, no quiero dejar esto sin más. Pero si no puedo con uno, llevar eso otro me resultaría imposible. Así que centrémonos en mejorar este, y darle además un cambio de look en cuanto pueda, subir más capítulos y no sé, ya veremos qué ocurre.

No me entretengo más, ni os interrumpo la lectura. ¡Disfrutad y opinar! Espero estar aquí con otro en pocos días, a ver si esta vez se cumple mi expectativa. 




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***
Las puertas se abren por completo, un grupo de personas miran fijamente al chico. Distintas edades, distintos trajes, distintas miradas. Ojos abiertos de sorpresa y fascinación, ojos entreabiertos de admiración, incredibilidad se podría llegar a leer en alguno de ellos. Pero hay más, hay mucho más, compasión, tristeza, desolación. Un millar de sentimientos, pero uno que destaca ante los demás. Solo hay un par de ojos que brillan llenos de orgullo, llenos de alegría, llenos de satisfacción. Son los ojos de un hombre de mediana edad, fuerte, con un pelo rubio y una barba reconocible, con una sonrisa sincera. Sus rasgos marcados, por el duro paso de los años y las experiencias vividas. Su mueca de siempre, entre seria y a la vez risueña. Camina hacia el chico, con paso firme  y decidido, mientras los demás permanecen parados, incluido el joven, quien estudia los rostros de las personas que se hallan en aquella gran sala blanca. Llena de aparatos, mesas con papeles, gente estresada, comunicadores, ningún lujo exceptuando el de los asientos. Es una sala llena de tecnología, por lo que se puede deducir que se encuentra ante una de las salas de comando, o también conocidas como salas de operaciones.

Despega su vista de aquel hombre por un momento, para fijarse en los detalles prácticos. Sin lujos, como ya había observado, tan solo objetos científicos y de utilidad, que le llevaban a pensar en la erudición de los hombres del capitolio. Aquella inteligencia que se usaba a diario para mejorar la Arena, en vez la vida de las personas. Aunque ha de suponer que gracias a aquellos avances, tan solo observaba un cuerpo algo marchito, y no una infinidad de heridas, cicatrices y marcas irreconocibles. Agradecido  o cabreado, decide pensar que la inteligencia es tan solo una herramienta más, su uso conllevará beneficios para la población o su inminente sufrimiento, como sus últimos días. Darle vueltas no iba a cambiar nada, ni a nadie.

Vuelve a la realidad. Mirada perdida tras abstraerse por un instante entre sus pensamientos. La fija de nuevo en él. El hombre finalmente llega hasta donde se encuentra, Finnick mira sus ojos con una mueca de seriedad. El hombre se sitúa en frente, sin moverse, sin decir nada. Nadie de los de alrededor dice nada, ni se mueve tampoco. Se respiran emociones distintas en el ambiente, pero casi se puede sentir la tensión y el respeto, a la vez que el agradecimiento.

Una carcajada estalla en mitad de tal ensordecedor silencio. Una carcajada llena de alivio, de dulzura, e incluso, podría llegar a rozar la locura. Nadie más en la sala se ríe, nadie actúa. Absolutamente ninguno de los presentes sabe cómo actuar ante la situación. Algunos se recolocan las gafas para verificar que lo que ven es cierto, otros se muerden el labio ante la impotencia, aprietan nerviosos los papeles que sostenían o mueven las manos continuamente, hasta que acaban metiéndolas en los bolsillos de su bata blanca para que no se les note. Sienten miedo, de que cualquiera de sus actos, ya sean risa o llanto, puedan afectar al chico de una forma inesperada, al igual que incomodez por tener que mantener la calma en tal momento. Tras unos segundos el chico sonríe, abiertamente. Haymitch continúa riendo, y a su vez da un abrazo al joven, apretándole fuertemente, sintiendo que es tan real como él mismo.

-Al fin, muchacho, al fin estás de nuevo con nosotros.
-Haymitch, diría que el estrés de estar al mando ha hecho que adelgaces, seguro que Katniss está contenta de que hayas perdido un par de kilos, amigo mío.
-Tú también estás más delgado, aunque mucho más fuerte. Por las barbas de Snow, ni que no tuvieses suficiente con esa cara que heredaste de tu padre. Las chicas van a rifarte cuando vuelvas a la capital.

Las diferentes personas de la sala suspiran aliviadas entre las risas de ambos. Es agradable ver que el joven de ojos de mar no ha perdido de todo la esencia que tanto le caracterizaba. Algunos de los presentes se dan cuenta de que observar no ayuda, así que vuelven a sus planos, sus aparatos, sus teléfonos. Tan solo algunos se quedan mirándoles. El resto les ignora, actuando rápido, el estrés vuelve a fluir por toda la sala, que rebosa de un poco más de esperanza. Entre las risas vuelve la seriedad, y salen palabras sinceras.

-Gracias Haymitch, no pensé que fueseis a conseguirlo.
-Tenemos mucho de qué hablar Finnick, pero antes de conocer a mi equipo y explicarte por todo lo que hemos pasado los últimos días, apuesto a que hace mucho que no comes en condiciones.
-Me encantará compartir mesa contigo, espero que no se me hayan olvidado los modales en este tiempo en el que he estado… ausente.
-Estoy seguro de que no, chico. Tu madre te enseñó bien.

Caminan despacio y se apoyan en una de las mesas observando la ajetreada sala. Pasivos ante la multitud, donde cada cual cumple una función. Hay una chica joven, de pelo ondulado recogido, que está organizando unas ideas en una pizarra, llena de fórmulas que ninguno comprende. A su lado, cinco hombres y mujeres de distintas edades comparten una mesa, señalan la pizarra de la chica y anotan en sus cuadernos distintas ideas. Uno de ellos se levanta y atraviesa la sala arrancando una de las hojas de su cuaderno. Seguidamente se la entrega a un hombre algo más mayor, de pelo blanco y rasgos poco definidos, unas gafas que se coloca nada más recibir el papel. Arquea la ceja y hace una señal de aprobación, tras esto se dirige a dar unas instrucciones a otra mesa diferente. En ella, todos comienzan a moverse, buscando información en pantallas que flotan y salen de todas partes, lanzándose unos a otros las mismas. Uno de ellos se levanta y realiza lo que parecen un par de llamadas serias.

Podían quedarse eternamente parados, observando como todos trabajaban individualmente pero acababan conectándose, sin apenas darse cuenta. <<Es un gran equipo>>, susurró Haymitch. Un susurro lleno de orgullo, esperanza y resonante en la cabeza de Finnick.

-Haymitch, necesito preguntarlo, el aerodeslizador que se llevó a Amy, ¿era vuestro?

Por unos instantes la expresión seria y el propio silencio, incitaron al chico a pensar en lo peor. Después de todo lo ocurrido decide negarse a aceptar nada que no sepa, ausenta sus pensamientos y se obliga a mantener la calma ante Haymitch. Respira profundamente antes de mirarle a los ojos, para poder soportar su mirada hasta recibir una respuesta, fuese o no la que buscaba.
-Finnick, acompáñame por favor.

La mano de Haymitch pasa por el hombro del chico, empuja suavemente al muchacho y se dirige a la puerta con él. Sus pasos son pausados y se mantiene serio durante el camino. No dice nada, absolutamente nada, por lo que Finnick se teme lo peor. Quizás todas esas esperanzas que vinieron de golpe no deberían haber venido, quizás el aerodeslizador si que era de Cover y de ser así, Amy estaba muerta. Sí, muerta, era la segunda vez que la perdía, y esta vez seguramente fuese definitiva. Nota algo en su interior, no es dolor, no sabe explicar bien que es. Si le pidiesen que describiese ese momento con palabras le resultaría imposible, porque hay palabras que faltan al lenguaje de los sentimientos. Esta vez Finnick tenía otra mirada, no era melancolía, ni sufrimiento, ni tristeza, era abandono. Tan solo, abandono.


Recorren los pasillos en silencio, y el camino se hace aún más largo en cada paso. Al fin, llegan a una habitación aislada. Haymitch introduce un código que Finnick no se molesta en ver e introduce una tarjeta que lleva en el cinturón junto a una pistola. No sabe que va a encontrar al otro lado de la puerta, pero tampoco espera nada. No sabe que esperar ahora.