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viernes, 3 de julio de 2015

Capitulo 10


¡Hoy os traigo el capítulo 10!

Lo prometido es deuda, he publicado pronto como os dije. ¡Esto si que es nuevo! Tan solo una semana de espera... 

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Espero que disfrutéis mucho del capitulo e intentaré dejar programadas más entradas para que la espera no sea tanta, aunque si que tendréis que esperar un poco más, por ello, he hecho más largo este capítulo. ¡Os leo en los comentarios, correos y redes sociales con mucha ilusión!





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***

Salió de allí confundido, cabreado. Se fue corriendo y Haymitch detrás de él, con paso firme pero dejando un espacio.

Estaba contento, Amy estaba viva, no la había perdido. Pero millones de cosas le atormentaban, como Gale, como Colin, como los recuerdos de la Arena. Corre, como hubiese corrido en la Arena. Solo y sin rumbo, sin parar, notando cómo la adrenalina aparece y el oxígeno se va. Cuando cree encontrarse demasiado lejos se da un respiro. Sus piernas frenan en seco, aún adormecidas por la carrera. Apoya su brazo en una pared y va descendiendo lentamente, dejándose caer, hasta que su mano se apoya en el suelo. Se sienta en un pasillo, uno cualquiera, puesto que aún no se orienta, no los reconoce, no sabe dónde está. Llora, llora porque hacía mucho que no lloraba. Llora porque sus sentimientos ya no tienen por donde escapar, llora porque lo necesita, llora porque quiere hacerlo. Amy estaba viva, y no dejaba de repetírselo. Mira al techo y se ríe, carcajadas pequeñas, llenas de histeria, emoción y entre otros sentimientos, incluso duda. Una mezcla de sentimientos que lo confunden, que lo atormentan. Le obligan a reír y a llorar. Siente que ha llegado a un punto, al punto de no retorno. Y ahí está, sin saber nada, ni qué hacer ni qué decir ni qué ha ocurrido ni qué va a pasar.

Recuerda a su madre, diciéndole que respirase pausadamente. Se imagina relajado, cuando le enseñaba a nadar. Cierra los ojos y se sumerge en ese recuerdo. Nota el agua rozando sus pequeñas piernas, sus ligeros brazos. Los movimientos suaves de agua que le empujan y le traían consigo. Las manos firmes de su madre agarrándole, cómo si no fuese a soltarle nunca. Su sonrisa, que le aportaba seguridad y tranquilidad, y que aún lo hace. Recuerda, como tiraba de él obligándole a mover las piernas, cómo el agua refrescaba su cuerpo y lo acariciaba al pasar por ella, cómo chapoteaban sus piernas en la misma. Con la alegría e inocencia de un niño. Y su madre diciendo que respirase, con pausa, tranquilo, profundamente. Y ahora lo hace, en su recuerdo y en la realidad, hasta que abre los ojos, más tranquilo, más centrado. Se seca las lágrimas y se queda observando el techo.

Cuando está relajado se levanta paulatinamente, con tranquilidad, y se dirige a buscar a Haymitch, porque ante todo, necesita explicaciones. Necesita respuestas que le saquen de sus dudas. Necesita ser el que tome de nuevo el control de su vida y no sus emociones. Necesita volver a centrarse y plantear de nuevo la situación. Tiene que hacer algo que sirva, tiene que actuar, porque Gale sigue fuera, y hay que encontrarlo. Se ha roto, y ahora tiene que nacer de nuevo, porque no hay tiempo para descansos, porque es la hora de empezar a ser ellos quienes lleven el control de la situación. Esta vez, juegan en el mismo terreno, y esta vez, toca ganar.

Recorre los pasillos largos, grises, silenciosos. Nadie se encontraba en ellos, la mayoría de las puertas estaban cerradas. Gritaba el único nombre que sabía pero nadie aparecía. Mientras andaba, una puerta se abrió a su izquierda, entro tranquilo, observando la sala. Unos sillones de terciopelo, sofás como los del Capitolio, una enorme pantalla en el centro, cantidad de mesas con sillas, como si de una sala de reunión se tratase. Pero no, después se fija al fondo, hay una larga mesa de madera brillante, oscura, encima de ella infinidad de comidas de diferentes tipos. Una sonrisa se le escapa sin querer, hacía tanto que no veía platos como aquellos que ni siquiera se cree que sea real. Parecen lejanos y a la vez puede olerlos. Pero otra cosa llama su atención, la pantalla está encendida. Camina con lentitud hacia el sofá y se sienta, sintiendo la confortabilidad del mismo, algo que no sentía desde hacía bastante. Semanas que se habían convertido en años para él. Ante sus ojos, repeticiones de la Arena, de los juegos, de sus juegos. En la pantalla se encuentran dos chicos, una pareja por lo que parece, tal vez fuesen del mismo distrito, o simplemente aliados en la lucha contra los demás. Nunca había estado en esa parte de la Arena, pero reconoce la espesura de la selva, es capaz de notar cada rayo de sol como si fuese el primer día que se sitúo allí, recuerda el frondoso bosque, los sonidos a los que se acostumbró. Flashback de la Arena vienen a su cabeza, haciendo costoso el trabajo de diferenciar lo real de los recuerdos. Siente cada minuto allí dentro. Mira a su izquierda, el terciopelo rojo le recuerda a un charco de sangre y vuelve la vista hacia atrás sumergido en otro recuerdo del que intenta escapar. Se apoya y sujeta con una mano su cabeza, intentando volver a lo real. Mueve la cabeza hacia los lados con la intención de centrarse. Sabe que no es real. Sabe que no está allí. Se lo repite, una y otra vez, hasta que vuelve.

Mira de nuevo la pantalla. Nunca había estado en esa parte, es cierto, pero era como si llevase viviendo allí toda la vida. Podía reconocer cada árbol, estaban entre el bosque y la playa, cerca de la orilla y a la vez lejos. Pero no sabía quiénes eran ellos, no se los había cruzado antes.
La imagen cambia, repetidamente. No sabe cuánto tiempo pasa en esa sala, consumido por los juegos. El tiempo va pasando, al igual que las historias. Son anécdotas individuales, sufrimientos individuales, sentimientos individuales. Cada uno ha vivido una historia completamente diferente, pero todos ellos comparten el mismo drama, la misma trama.

Observa otra chica, algo perdida. Primer día de la Arena quizás. Ve su juego, como evoluciona, como asume dónde está y cómo teme por lo que deberá hacer. Observa cómo sus movimientos pasan de ser torpes a ser decididos, deja de pasar hambre, deja de pasar sed, y como todos, comienza a sobrevivir. Lenta, pues ha tardado más en adaptarse que otros que ha visto, pero lista, porque aún no ha perdido la cabeza. Piensa cada una de sus acciones, no se fuerza, simplemente está a la espera, de que algo ocurra o alguien la salve. Se nota por el brillo de esperanza de sus ojos, que poco a poco, va perdiendo. Lo pierde a medida que ve en el cielo las caras de las personas que antes competían con ella y que ahora están muertos. Quizás se pregunta si ella será la próxima. Pero Finnick nunca lo sabrá, porque la pantalla cambia de nuevo. La chica era como él, perdido y buscándose, encontrando algo en que apoyarse. Se pregunta si salió de la Arena, no recuerda su cara en el cielo, aunque se perdió muchas noches de cañonazos. Valiente, calificó a la joven. Valiente por atreverse a sobrevivir en aquel infierno, en vez de esperar a la muerte. Valiente por soñar con volver a casa, aun conociendo que las posibilidades eran remotas. Valiente por no rendirse a un mundo injusto, por confiar en que todo puede cambiar, por luchar por lo que quería. Valiente por atreverse a vivir, a pesar de todo.

Sigue viendo historias. Pero la que más le interesa es una en la que aparece Colin. Cada momento en la Arena, cada día que conoce de cómo vivió, cada encuentro con los tributos. Poco a poco le tiene mayor desprecio, mayor odio, y la rabia crece. No se detiene hasta el último momento de su historia, en el que comienza a ver algo de humanidad en él. Pero cómo enfrentar, todo lo que sus ojos habían tenido que observar, todas las muertes, todas las conversaciones, toda la crueldad nacida en el joven. Cómo enfrentar todo lo que sentía hacia el chico, cada momento que le había provocado un poco más de odio, cada acción que había provocado sufrimiento a otros. Cómo enfrentar todos sus actos, toda su hipocresía, toda su crueldad, todo el interés, todo ello, a lo que finalmente hizo. Cómo enfrentar tantos actos perjudiciales hacia todos, con unos pocos buenos. ¿Es cierto eso de que la gente cambia? Quizás deba darle una oportunidad, o quizás simplemente está puliendo su imagen ahora que tiene que volver a Panem. Puede que solo sea interés, y que siga siendo la misma víbora que él conoció. No podía saberlo.

Nota que alguien le observa, mira atrás, ve una sombra. Una sombra de un hombre, bastante fuerte, grande, y mira hacia arriba, esperando encontrar a alguien de su agrado. Sonríe al verle, situado a la derecha del sofá, mirándole con melancolía. Una mirada cercana, que atraviesa sus ojos con sinceridad. Alegría y tristeza al mismo tiempo. Pero sobre todo, esperanza.
No hace ninguna de las preguntas que tenía planteadas, que tanto había pensado, que tanto había maquinado. Mira de nuevo la pantalla, y siente como el peso de la otra persona se posa también en el sofá, sentándose a su lado silenciosamente. Observándole de cerca, disfrutando de su compañía.

-¿Quiénes son?

La persona con la que habla se acerca, con paso lento. Antes de contestar a su pregunta le mira seriamente, y después observa la pantalla junto a él.

-¿Qué haces viendo los juegos Finnick? No creo que sea lo mejor, no para ti.
                                                                  
En silencio busca en su cabeza la respuesta a dicha pregunta. ¿Por qué, después de todo lo que había pasado, estaba reviviendo esos juegos? Y con sinceridad encuentra la respuesta, tan simple como verdadera. Tan real que puede sentir el dolor de nuevo, la melancolía, el rencor, todos esos sentimientos que hasta ahora, desde que había subido al aerodeslizador,  estaban siendo apartados.

-Quería vernos, a Amy y a mí de nuevo y…
-¿Y qué más Finnick?
-Quería ver muchas cosas-su voz es cortante- quería comprobar que lo de Colin era cierto.
-¿Y bien?
-Él –su voz suena culpable, mira de nuevo la pantalla. En ella ve a dos jóvenes besándose aunque no recuerda sus nombres se queda observándolos pensando que podría estar así con Amy ahora, si no fuese por lo de Gale. Aclara su garganta y termina esa frase que tanto ha intentado evitar- no mentía.
-Ya lo sabíamos Finnick, solo tú te negabas a creerlo.
-Haymitch, eso ya lo sé. Pero no puedo confiar en él después de todo lo que he vivido, y tienes que entenderlo. Tengo demasiadas dudas hacia él. Hacia todo. Muchas preguntas sin respuesta. Mi cabeza ahora mismo se parece a una bomba imposible de parar, no sé cuando voy a estallar. Tengo demasiado en lo que pensar. Y Amy… ¿Cómo le diremos que su hermano no está?
-Eso es algo que ni siquiera yo sé. Ese pequeño significa mucho para ella Finnick, pero también para mí, para Gale, y para sus padres sobre todo. Como mentor de sus padres, como el hombre que jugaba con ese crio antes de que esto ocurriese, como parte de su familia, te prometo que le traeremos de vuelta. No necesitarás decirle nada a Amy, no voy a descansar hasta que vuelva a casa. Tu solo, cuídala ¿vale? Para mi ella es muy importante, como lo fue su madre y no estoy dispuesto a perder a ninguna de las dos.
-Lo haré, pase lo que pase no voy a dejarla.
-Lo sé, no creo que quieras vértelas con un viejo vencedor de los juegos borracho –al acabar la frase comienza a reír y se pone de pie. Mira la pantalla y luego a Finnick- son Alexia y Chad, del distrito uno. ¿Creías que eras el único apuesto en la Arena? Chad no perdió tampoco el tiempo.
-Haymitch- bromea con la mirada para olvidarse de todo lo que está ocurriendo - todo Panem sabe que soy el único apuesto en la pantalla. El Capitolio me llevo a mí porque necesitaban un chico guapo que volviese a todos locos, ya sabes, espectáculo.
-Está bien Finnick, tienes a todo Panem loco -hace una pausa y se empieza a reír a carcajadas de nuevo, a esas carcajadas se le une Finnick. Ambos ríen después de tanto tiempo y la sensación es reconfortante, Finnick se siente de nuevo libre, pero sin más Haymitch para y su expresión se vuelve triste y melancólica- me recuerdas a tu padre chico. Él estaría muy orgulloso de ti.