¡Hoy
os traigo el capítulo 57!
Lo primero, cero comentarios sobre los
exámenes, en serio. No quiero pensar en
ello ;)
El caso es que por fin, no preguntéis como, he
sacado un rato para salirme del planner trayéndoos un capítulo sorpresa. Pensaba
programarlo para el viernes pero aquí estamos… Os parece bien ¿verdad?
No tengo tiempo físico, estoy durmiendo nada pero
estoy hiperactiva así que he llegado y lo he escrito hoy, publiqué hace una
semana exacta, así que supongo que está bien. No he respondido a los comentarios
aún pero si me sobra tiempo de estudiar lo haré. Espero que os guste, y os
quedéis con ganas de más pero esta vez más tranquilos porque no sé cuándo podré
publicar. Este capítulo es en verdad, mucho más largo que otros, disfrutad de
cada palabra.
Os dejo un par de avisos…
ü Encuesta muy importante que algunos ya habéis
respondido en la entrada (vuestras respuestas son… indescriptibles) y los que
no, en la nueva página podréis hacerlo: click aqui
ü Como ya dije, el twitter vuelve a pertenecer solo
al blog. Los avisos se harán por él cuando pueda por comodidad.
ü EL DÍA 23 DE ESTE MES, ES DECIR, EN 4 DÍAS EL
BLOG HACE UN AÑO. OS LO RECUERDO… UN AÑO ES MUCHO TIEMPO YA…
Eso es todo por hoy, disfrutad del capítulo,
espero que os guste.
A.
***
Y entonces mi corazón se acelera. Toda la burbuja
que se había creado a mí alrededor estalla. Mi respiración se acelera y noto
como me tiembla la mayor parte del cuerpo. Creo que son imaginaciones mías pero
levanto la vista. Él también se ha girado desconcertado. Su mirada es casi como
la mía, una mezcla de asombro e incredulidad. Y entiendo que tal vez sea
verdad, que no me he vuelto loca. Necesito comprobar que es cierto, que mi
cerebro no me está jugando una mala pasada. Oigo una respiración, no es la de
Finnick, no es la mía. Me giro desconcertada, veo como el pecho de mi hermano
sube y baja con dificultad.
-No sonó ningún cañonazo-consigo susurrar- porque
no había muerto nadie.
Finalizo la frase y me muevo deprisa. Pero no soy
la única, Finnick se mueve casi tan rápido como yo. Levanta un poco su cabeza y
le da de beber. Yo, mientras, enrollo un trozo de camiseta, para mojarlo y
refrescar con el su cuerpo. Por un momento todo ocurre tan rápido que consigo
centrar mi atención en algo, ya no somos nosotros los que movemos nuestros
cuerpos, lo hace nuestro instinto, nuestro instinto de supervivencia. Ya no
somos dueños de nosotros mismos.
Sigo oyendo la respiración. Eso me hace reír y
llorar, de histeria, o tal vez de alegría. Ni siquiera yo misma soy capaz de
entender lo que me ocurre. El cúmulo de emociones que se está desencadenando en
mi interior es mucho más que algo indescriptible, es algo imposible. Y pienso
que es un sueño, pero agarro fuerte su pequeña mano y compruebo que es verdad. Puedo
rozar su piel, puedo tocar su mano, puedo sentir que el calor vuelve débilmente,
puedo sentir que se mantiene vivo, que sigue a mi lado.
-Está vivo, es de verdad, está vivo…
Y con esas palabras oigo otros sollozos que no
son los míos. Giro la cabeza levemente. Me pregunto por qué Finnick llora, pero
no necesito respuesta, porque realmente lo único que me importa ahora es Gale.
Porque es quién centra mi atención en este momento.
Me quedo mirando como su pecho sube y baja por
miedo a que pare. Y los minutos pasan, las horas también. Quinientas teorías
pasan sobre mi cabeza, pero solo una tiene sentido. Mi hermano está lleno se
extrañas picaduras, las cuales no tienen muy buena pinta. Son mutos,
seguramente lo hiciesen insectos creados por el Capitolio, es lo único que de
verdad cobra sentido.
Me los imagino en un laboratorio, investigando la
manera de crear un monstruo peor que ellos. Que haga tanto daño físico como
emocional. Perdiendo horas y recursos en investigar formas de matar a la gente
en vez de curarla, en vez de salvarlas. Recuerdo una frase que leí una vez en
un libro de clase “el peor enemigo del hombre, es el hombre en sí mismo”. Y
ahora se cuán de cierta resulta esa frase.
Eso hace que les odie más aún. Hace que piense
que de verdad tienen el poder. Hace que crea que es mas culpa mía de lo que ya
por sí imaginaba. Porque es su manera de demostrar que soy una pieza, solo una de
sus juegos. Y lo odio, cada vez con más fuerza. Centro todas mis emociones en
eso, como si lo único que pudiese sentir fuese ese odio que se cierne en mí.
Desvío mis pensamientos porque al pensar en el
Capitolio me encuentro peor de lo que estoy. Así que pienso en algo más
familiar, en mi casa, en el distrito 12. Pienso en la alegría que se habrá
llevado mi madre, supongo que será tan inmensa como la mía. Porque en realidad,
lo que yo siento no puede describirse con palabras. Simplemente he vuelto a
nacer, vuelvo a estar viva. O por lo menos, hasta que pienso en cómo saldremos
de esta.
Muevo la cabeza para despejarme y veo que Finnick
le está dando la pomada a mi hermano. La aplica en cada una de sus picaduras
con delicadeza. Debería ser yo quién hiciese eso pero mis piernas no responden
a mis movimientos, mi cerebro no ordena lo que yo quiero hacer. Veo como le
coloca en el saco y le deja con cuidado. Como si fuese tan frágil como el
cristal. Después se mueve hasta donde están las provisiones y deja la pomada.
Veo que comienza a hacer algo más pero yo apoyo mi cabeza en la pared y cierro
los ojos trayendo recuerdos felices junto a mi hermano, porque los recuerdos es
lo único que ahora mantiene viva mi esperanza, y lo único que en verdad, me
mantiene viva a mí.
Un olor a comida haciéndose hace que mi estómago
que había permanecido cerrado, haga un intento de abrirse. Noto con él, el
escozor de mi garganta por lo haber bebido nada durante tanto tiempo y trago saliva como si
ello fuese a calmar la sed que tengo. Respiro hondo para calmarme un poco y
alejarme de nuevo de la oscura situación que se vive ahora mismo a mi alrededor.
-Deberías comer algo- abro los ojos. Soy
consciente de que Finnick sigue aquí a pesar de que me dijo que se iría, y lo
agradezco, porque en parte, él también me mantiene con vida- Amy, no tienes por
qué hablarme si no quieres, ya te he dicho que entiendo que me odies. Todo esto
fue mi culpa.
-No fue tu culpa- me sorprendo a mi misma
pronunciando esas palabras, pero supongo que necesito decírselo, así que no
paro- ha sido el Capitolio. Ellos han hecho esto. Ellos nos han hecho esto.
Y si hay alguien más que sea culpable soy yo,
pero eso no lo digo, prefiero callarme antes de entablar una discusión en la
que comentaría que yo no tengo la culpa de nada. A pesar de que yo no estuve
con Gale, como le había prometido. Fallé a mi promesa. Fallé a mi madre, a mi
padre, a Haymitch y sobre todo, fallé a mi hermano. Y con todo ello, me falle a
mí misma.
-Tienes que comer -repite cargándome sobre sus
brazos. Me lleva hasta una hoguera improvisada que en otra ocasión apagaría
corriendo para que otros tributos no la viesen reflejada fuera, pero que en
esta ocasión agradezco por el calor que desprende ya que me hace sentir casi
humana- he cocinado algo, quiero que comas Amy. Por favor.
-No puedo.
-Sí puedes y lo harás. Tienes que conseguir
fuerzas para llevar a Gale a casa ¿recuerdas?
Una lágrima cae al pensar en ello. Porque ambos
sabemos que no lo conseguiré. Pero accedo y asintiendo acerco un poco de carne
a mi boca, reprimiendo mis ganas de vomitar la comida. Pero he de recuperar
fuerzas para llevar a mi hermano a casa, sé que allí le curaran y todo volverá
a ser como antes. Tiene que serlo.
Cuando acabo Finnick me está mirando. Él está tan
destrozado como yo casi, y no ha dormido nada durante el día, al contrario que
yo. Está agotado, yo lo sé, y él lo sabe.
Ojeras notables, morados por el cuerpo y heridas
superficiales y aún así, es increíblemente apuesto. Resulta extraño que pueda
serlo estando demacrado, pero la perfección no debe ocultarse con facilidad por
lo que parece.
Siento la necesidad de hacer algo por él.
-Deberías dormir.
-No lo haré. Tengo que cuidaros.
-No te he pedido que lo hagas, Finnick.
No pretendía decir eso, se que le ha herido. No
sé por qué actúo de esa manera, me arrepiento al instante de la brusquedad de
mis palabras. Quizás Finnick tenga razón y le odie por lo ocurrido, quizás soy
yo quien no quiere darse cuenta de que es así.
-Puedo irme si lo prefieres Amy, solo tienes que
pedírmelo y lo haré.
-No quiero que lo hagas-las palabras salen secas
pero sinceras, evito su mirada aunque lo que de verdad quiero es tumbarme entre
sus brazos y olvidarlo todo- tan solo descansa.
Se levanta y se sienta al lado de Gale. Se queda
observándolo. <<¿Qué
haces?>> pienso, y me acerco hasta donde están, colocándome en el lado
contrario.
-Tú estás más agotada que yo. Duérmete, te
despertaré a mitad de la noche. Hay que vigilar que no deje de respirar.
Discutir no servirá de nada. Así que decido
quedarme observando también. Sabe que no dormiré, pero no insiste. Y yo tampoco
insisto. El silencio invade la cueva y tres respiraciones son lo único que
resuena. Y yo rezo en silencio, esperando seguir escuchando tres.
Pasan los segundos, su pecho sube y baja. Me
relajo cuando ocurre. Pensando que si sigue así quizás se salve. Pero en el
fondo sé que es imposible, como lo es el hecho de que algún día nos rescaten.
Sé que en algún momento sonará un cañonazo y mi corazón se parará. Así que sigo
pensando en silencio, evitando derramar más lágrimas. Ya han caído demasiadas a
causa del Capitolio, me niego a darles más.
Vuelvo a mis pensamientos, lo hago calmada hasta
que la oscuridad vuelve a ellos, y tiñe de negro la dulce esperanza que cabía
en mi interior.
<<Mi hermano está muerto>>
No, no
está muerto, pero a este paso morirá. Mi cabeza no para de discutir y la que
oye esos pensamientos no es otra si no yo. Querría relajarme, dejar de estar
enfadada, pero no puedo evitarlo. Y me pongo en lo peor como hago siempre, como
lo he hecho hasta ahora.
¿Nunca podremos estar a salvo los tres? Si no es
Finnick herido, es mi hermano luchando por su vida… Desearía morir y acabar con
todo esto, desearía que a mí me pasase lo que le ocurre a ellos. Que la gente
que me importa no tuviese que salir herida.
Necesito irme de aquí, lo necesito ya. Es la
primera noche desde que mi hermano esta así y no puedo pegar ojo. Finnick se
durmió hará unos minutos agotado de esperar. No le culpo por nada de esto, pero
me culpo a mí misma. Por estar con él en vez de cuidando a Gale.
Tengo que alejarme. Decido salir de nuevo, con
suerte esta vez llevaré algo de caza que nos pueda servir para más tiempo. No
pienso salir de la cueva hasta que mi hermano... Realmente no me alejaré mucho
más de lo necesario, pero no puedo estar parada, no si mientras estoy pensando.
Cojo mi arco, tapo la entrada, rutina que se ha
convertido en parte de mí, en parte de esta vida rodeada de llamas. Salgo
tranquila, relajada. Sujeto el arco con la mano pero sin fuerza, podría caerse
en cualquier momento con facilidad. Sin ganas, recuerdo que he salido a cazar,
pero me doy cuenta de que no estoy prestando atención al bosque.
Pero eso, es algo que yo ya sabía.
Inconscientemente he actuado de manera egoísta, mirando por mí. Esa es la verdad.
He salido porque no puedo quedarme parada y ver como Gale va perdiendo fuerzas
hasta que no le quede ninguna. Porque si sigo ahí seguiré matándome por dentro,
porque la culpabilidad no se irá pero su vida sí que lo hará, y no sé si quiero
estar para verlo si no puedo evitarlo.
Esos pensamientos me atraviesan duramente,
consigo parar de pensar y cuando quiero abrir los ojos estoy corriendo. Sin
rumbo.
Sofocada, me paro jadeante bajo la protección de
un robusto árbol. Echo las manos sobre las rodillas, con la respiración no sólo
alterada por la carrera sino también por el miedo que invade mi cuerpo. No
dejan de repetírseme destellantes imágenes de Finnick herido, de mi hermano
muerto… Con manos temblorosas, me tapo los ojos en un intento de secar las
lágrimas que no son capaces de salir. Me he centrado tanto en ser fuerte, en
evitar todo pensamiento o sentimiento, en sobrevivir que ni siquiera soy capaz
de sentir otra cosa distinta al miedo.
Pasado un tiempo me acurruco contra la corteza
del rugoso árbol, apoyando la cabeza sobre este e intentando evadirme por unos
segundos. Soplo mis heladas manos
tratando de hacerlas entrar en calor, pero la noche es fría. Pienso en silencio y contemplo el falso
cielo que se alza sobre mí, a veces desearía volver a ver el acogedor cielo del
doce bajo el cual jugué tiempo atrás. Oigo el inicio del himno de Panem
y lo pienso, es el momento de revivir la pesadilla, de mostrarnos, por si no
había quedado claro, el recuento de muertos que hoy han caído. Respiro agobiada pues no quiero verlas, días
atrás aparecieron las caras de tributos a los que yo maté, y al verlas ahora me
vendrán a la cabeza de nuevo esos momentos en los que acabé con vidas. Pero
algo me obliga a abrir los ojos y observar. Así, una a una, voy
revisando caras que antes tenían vida, recuerdo sus voces y pienso en las
familias que ahora estarán llorando su perdida. Por supuesto, eso pasará tarde
o temprano con la mía, pero prefiero no pensar en ello. Siento un vergonzoso
alivio al saber que los míos no han aparecido arriba todavía, un suspiro al
recordar a William, Joel y Cristina se me escapa, sin saber cómo reaccionaré al
ver sus caras. -¿Faltará mucho para que aparezca ahí mi cara?- me pregunto
temblorosa.
Estoy a punto irme, cuando lo oigo. Pisadas, bajo
las cuales crujen ruidosamente las secas hojas y algunas ramas caídas. Así que,
corro con energías que creía perdidas. Olvidando mi frío, olvidando mi tedio,
olvidando mis miedos. Tal vez esta sea mi respuesta, mi respuesta a cuanto
tardaré en aparecer en ese cielo. Lo único que tengo claro es que deseo
alejarme de estos tributos sedientos de mi muerte, lo único que pienso es llegar hasta Finnick y
Gale.
La
negra noche debería ayudarme a camuflarme, a esconderme, a escapar, pero por
algún motivo solo consigue ponerme más nerviosa, haciendo que me sienta más
perdida. Las ramas me rasgan la piel con cortes superficiales que casi no se
ven a simple vista. Tropiezo torpemente varias veces aun manteniendo el
equilibro aunque acabo cayendo a causa de una raíz que sobresale del suelo. Ni
si quiera la he podido ver, una sombra se materializa en la oscuridad mientras
giro sobre mí misma. Mis manos son rápidas y agarran de nuevo el arco,
recuperando una flecha que hay en el suelo. Tenso la cuerda y espero a que mi
objetivo se acerque. Tan solo consigo ver una figura pero no tardo en lanzar la
flecha. La figura no se mueve, no grita. Espero algo pero tan solo recibo
silencio. Comienzo a preguntarme si fue todo imaginación mía y me acerco
cuidadosamente.
Colocó
el arco en la espalda para coger la flecha que está clavada en… una mochila.
<<Trampa, trampa, trampa>> solo esa palabra rebota en las paredes
de mi mente. Giro tan rápido como puedo cogiendo a la vez el arco pero recibo
un puñetazo. Caigo al suelo por el inesperado golpe en la cara, un pinchazo
recorre mi barbilla y llega hasta la sien donde se hace más fuerte. Voy a
levantarme cuando noto la presión de una negra bota en mi muñeca. Quiero
retorcerme del dolor que causa pero me mantengo serena y palpo la zona con la
otra mano en busca de una roca o algo con lo que poder golpear. Antes de que
pueda hacer nada me arranca el arco con dificultad y se encarga de lanzarlo
lejos. La flecha que estaba en la mochila la deje a pocos centímetros y cuando
caigo en la cuenta, mi mano es más rápida que yo misma y ya la sostiene con
fuerza, llevándola hasta la pierna del tributo que tengo encima. Eso hace que
grite y se zarandee un poco. El arrancársela me da la suficiente ventaja como
para girar sobre mi misma y liberarme. Pero aunque debería correr, aunque la
antigua Amy hubiese huido. Una ira y un odio que no consigo descifrar de donde
viene se apoderan de mí y me obliga a lanzarme contra el tributo. Con fuerza
caigo encima, consigo derribarla y tumbarla.
Estoy
encima de la que ahora, reconozco como Cathy. La golpeo tan fuerte como puedo,
una vez seguida de otra. Sintiendo un reconfortante dolor en mi puño, al chocar
con su cara. Al principio se resiste pero me doy cuenta de que pierde fuerzas.
<<Yo
no soy así>> y mis golpes cesan al pensarlo. Pero esto es la Arena, donde
nos convertimos en animales. Herir o ser herido. Cazar o ser cazado. Jugar o
perder. Matar o morir. No se trata de sobrevivir, se trata de cómo hacerlo.
Un
golpe seco hace que regrese a la realidad, con pocas fuerzas Cathy se ha
levantado, se apoya sobre una de sus piernas y se pasa la mano por el labio
apartándose la sangre. Escupe y me mira con odio. Se lanza hacia mí y me da con
la rodilla en el estómago, pero no reacciono con dolor. La golpeo seguidamente
en la cara y con una patada en la pierna haciéndola retroceder y caer sobre la
rodilla al suelo. Aún así no es suficiente, es más rápida y coge una roca,
imitando mis pasos de antes, y me consigue golpear en la espalda y al
levantarse, de nuevo recibo un golpe en el estómago. Hace unas semanas estaría
muerta, ahora solo me doblo durante unos segundos del dolor. Pienso en la
palabra caos mientras intento respirar. En la palabra desastre al sentir que
podría no salir de esta. En la palabra esperanza al ver una borrosa imagen de
mi hermano.
Sé que
mis ojos están llorando porque a penas veo, pero eso no me impide llegar hasta
Cathy. La golpeo con odio y la derribo, con el puño la golpeo tan fuerte como
puedo una y otra vez. Un destello que viene de su cintura me hace comprobar que
lleva un cuchillo. Mi mira rápido, leyendo mis intenciones y grita intentando
librarse de mí. Agarro sus dos muñecas con una mano y con la otra alcanzo el
cuchillo.
<<Somos
animales. Somos supervivientes. Matamos para vivir. Tenemos que hacerlo>>
me digo, herir o ser herido, cazar o ser cazado. Ella es la presa, yo el
depredador. La locura me ciega, el odio me consume, el dolor me atrapa y la
ira, la ira mueve el cuchillo hasta su garganta. Compruebo la sangre caliente
que se derrama por mi mano.
Soy una
asesina, nunca quise convertirme en lo que soy ahora.
Me odio
a mi misma casi tanto como odio al propio Capitolio, ahora que mi hermano está
muerto no soy yo. Parece que Amy se fue con él. Soy una sombra, consumida por
el odio, apoderada por la ira. Y eso, no es ni mucho menos bueno.
Miro
los ojos de Cathy que están abiertos y mirando a un vacio inexistente, como si
la lejanía la salvara de la muerte. Veo su camiseta teñirse de rojo, la raja
que hay en mi ceja hace que una línea de sangre también recorra mi cara.
Me
quedo al lado de su cuerpo pensativa. Estoy delgada, mucho más delgada que
antes, aunque mis brazos son más fuertes. Apuesto a que hay ojeras que cubren
mi cara. Tengo heridas y moratones y sangre seca que cubre todo mi cuerpo y
dolor, hay dolor por todo él.
Soy una
persona cambiada, por fuera estoy rota, desgastada. Son solo heridas y sangre,
pero sigo viva. En cambio, por dentro he muerto hace tiempo.