Despierto de nuevo, me noto más
recuperada. Esta vez no me mareo ni noto mi cuerpo extraño. Parece que la
pesadez se ha ido, tan sólo noto los músculos un poco cargados, como si
hubiesen estado tensos durante un tiempo prolongado. Respiro lentamente,
disfrutando de la sensación del aire que entra llenando mis pulmones. Noto como
mi tórax asciende y desciende lentamente, dejando atrás una sensación relajante
que me hace sentirme bien, sana y lo más importante, viva.
Veo como la fría habitación se
despliega ante mis ojos mientras intento aclarar mis ideas. La habitación está
tan vacía, solitaria, me recuerda al final de algo. Tal vez lo sea, el final de
esta pesadilla.
No puedo evitar sentir una
profunda sensación de pérdida, aunque por alguna casualidad del destino todo
hubiese terminado. Por desgracia, no creo en las casualidades ni en el destino.
Mi mente trabaja deprisa, no soy capaz de esquivar el caos que se reúne en mi
cabeza, las imágenes de la Arena pasan por mis ojos desgarrándome por dentro.
Intento liberarme de esas visiones apretando los ojos hasta que siento un
pequeño mareo producido por la intensidad y mi esfuerzo por escapar de la
realidad que me atormenta.
Debería pensar que soy
afortunada, por estar viva, por haber escapado de aquel siniestro lugar pero,
no me siento así. Es exactamente esa sensación de incertidumbre la que me
atormenta. Qué creer, qué pensar y por tanto, como actuar. El camino fácil es
confiar en que todo va a salir bien, dejarme llevar por los pocos pensamientos
positivos que ahora mismo viven en mi más profundo interior. Por alguna razón
que se me escapa, soy incapaz de hacerlo. Mi cabeza se ha vuelto fría y lógica,
lo que hace que busque razonamientos para todo lo que ocurre, que calcule cada
movimiento y cada decisión, intentando protegerme de un daño que acabará
resultando inminente. Si hasta ahora habían pasado todas aquellas cosas, quién
podía asegurar que está vez fuese diferente.
No creo que vaya a salir bien,
nos han rescatado, pero eso es tan solo uno de los muchos movimientos que has
de hacer si quieres ganar la partida de ajedrez. Y este hecho que se escapa de
mi entendimiento, me desconcierta, el querer pensar una cosa pero acabar
irracionalmente dirigiéndome hacia la contraria. Sin saber por qué, plasmo la
realidad como algo oscuro llegando a una conclusión que es lo único que me
parece claro, nada puede salir bien si el responsable de esto sigue con vida. Y
no puedo evitar preguntarme si ese desgraciado sigue con vida.
No me siento precisamente
afortunada, y que consiguiesen rescatarnos sin problemas no me inspira demasiada
confianza. Un gobierno alternativo que lleva años planeando un acto como este
no ha podido dejar que escapemos sin represarías. Quizás solo está siendo
negativa, pero no soy capaz de ver este mundo de otra manera. Una red de hechos
profundamente meditados y entrelazados, historias de esperanza, y por otro
lado, de venganza. Sentimientos como el dolor o la ira, que mueven un plan sin
futuro pero con muchas pérdidas. Una oportunidad tan meditada debía tener
previsto que pudiesen sacarnos de la Arena, lo que les llevaría hacia otro
plan, como si todo esto ya estuviese calculado. Es posible que nunca lo hayamos
visto, pero siempre han estado ahí, enterrados en la superficie, escondidos
entre nosotros, ¿de quién debemos fiarnos? ¿Qué tengo que hacer?.
Ante tantas preguntas sin
respuesta, suspiro, agradeciendo la calma que existe en la habitación. Comienza
a parecerme más acogedora que fría. Es totalmente lo contrario a lo que puedo
encontrar en mí. Sin caos, tan solo calma. Se puede escuchar casi el silencio.
Intento centrarme en él, disfruto de la sensación de bienestar que me produce
un poco de tranquilidad. Me concentro en mis respiraciones, profundas, hasta
ser capaz de notar las palpitaciones producidas por el latido de mi corazón.
Tan rítmico y sincronizado que produce una agradable sensación sugiriendo que
nadie ni nada puede variar este momento, por fin estoy tranquila.
Medito, recapacito y realizo
autocrítica de lo que hemos vivido en estas semanas. He perdido la noción del
tiempo, al menos desde que nos secuestraron. No puedo evitar arrepentirme de
todo lo acontecido. Empiezo a pensar en la entrevista, en la que mostré un lado
infantil e inmaduro, creyendo que estaba siendo valiente, queriendo demostrar
que me parecía a mi madre, mi ejemplo en la vida. Después pienso en el
espectáculo que di y me imagino a la Amy que vivía en casa, con la cabeza en su
sitio y centrada en su futuro, dispuesta a estudiar y trabajar duro, lo
suficientemente madura como para que sus padres confiasen en enseñarla a luchar,
en ir sola al bosque y sobre todo, para cuidar de su hermano.
¿Qué es? ¿Qué es lo que me hizo
cambiar? El secuestro no cabe duda que afectaría psicológicamente a todos y
cada uno de nosotros, nos alejaron de la realidad en la que vivíamos y nos
envolvieron con una pesadilla aterradora, lejos de los que queríamos y sin
esperanza de verlos de nuevo. A pesar de ello, debería haberme mantenido firme,
sin dar espectáculo, sin darles más motivos de los que tenían para centrar su
atención en una cría insolente. Mi comportamiento en la entrevista, así como en
el entrenamiento o en la cena, la falsa ilusión de vivir un amor ideal en medio
de una guerra. Irresponsabilidades. La respuesta supongo que es fácil, sólo era
una niña. Mi forma de hablar, mi forma de actuar, todo ello demuestra una clara
inmadurez que ha jugado en mi contra, mientras pensaba que les demostraba que
estaba siendo fuerte, solo estaba caminando por las pisadas que ellos ya habían
dejado colocadas para que yo siguiera. Sólo era un juego y yo un peón, tal y
como me contaba mi padre. Nunca tuve libertad de elección en mis acciones,
nunca actué como la Amy que realmente conozco, nunca fui yo. Estaba actuando y
al actuar, me perdí a mi misma. Creo que mi yo real habría luchado mejor en
esta guerra, me arrepiento de tantas cosas que parece que la calma se va y todo
comienza a ser negro de nuevo.
Esta vez no había reglas,
cualquier edad valía para entrar en el juego, supongo que en la guerra da igual
tu edad. No hay respiro ni aire puro, solo se respira desesperación y
desgracia, sientes como todo se introduce en ti tan profundamente que jamás
podrás desprenderte de ello. Y, entre todo ese desastre de emociones, decepción
y odio hacia mí misma, hacia mi actuación y actos. Pienso que tal vez, lo único
que he hecho es ayudarles. Todo a mi alrededor ha sido dramático, mientras que
yo mostraba una actitud de rebeldía infantil, no es la rebeldía a nivel
político que mostraron mis padres o Gale, queriendo romper un sistema para
reconstruir un nuevo Panem, simplemente era una rabieta contra la persona que
nos había hecho eso. Actos vacíos en contra de quien yo vigilaba, siendo el
problema mucho mayor y sin ser capaz de verlo.
No he conocido lo que ellos
conocían, para mis padres los juegos formaban parte de su realidad. La pobreza
extrema, el hambre, las clases, la opresión por parte del gobierno de Snow...
todo ello era parte de su realidad, yo nací entre algodones. Mi madre siempre
decía que nos había tocado vivir esa bonita época en la que el ser humano
recuerda la atrocidad de sus actos, alejándose por completo de repetir de nuevo
la misma historia. Por desgracia, tenía razón cuando decía que nuestra memoria
era frágil y que de nuevo volvemos a caminar sobre los pasos ya dados.
Les di su espectáculo, porque mi
realidad no dista mucho del antiguo Capitolio, no he vivido desgracias ni he
visto como los de mi alrededor se iban, no he sentido miedo ni he tenido que
sobrevivir. He podido comer, recibir una educación y disfrutar de mi infancia
mientras veía crecer a mi hermano, sabiendo que iba a estar bien. Cuando toda
mi realidad se rompió, como si de un espejo se tratase, se difumino el reflejo
de aquel hermoso sueño que vivíamos y dejo detrás el verdadero reflejo del
mundo, dónde no todo son colores si no que hay una gran variedad de tonos
grises apagados, una atmosfera asfixiante que te deja sin aire para sumergirte
en un futuro lleno de terror, incertidumbre, miedo y desgracias.
Supongo que hasta ahora no he
sido capaz de entender la magnitud del problema. Estaba tan centrada en mi
hermano y en dar una imagen de mí que no era, que perdí lo más valioso por el
camino, a mí misma. No soy la chica de la entrevista, ni la chica de la Arena,
ni la chica en llamas por más que quiera serlo. Soy Amy Mellark Everdeen, a
veces parezco una niña pequeña porque me niego a perder esa parte inocente de
mí pero soy seria a la vez que risueña, trabajadora, realista. Me preocupo
demasiado por tener todo controlado y un futuro claro, aunque cuando hablo de
esto me refiero a mis estudios en el Capitolio y en trabajar en lo que
realmente me guste. Soy muy familiar, no tengo el deseo que tienen algunas de
mis amigas de enamorarse y mudarse a otra casa en el distrito, aquello suena
lejano para mí, yo estoy bien en mi casa y creo que aún es pronto para ello. Me
gusta el olor del bosque temprano, la sensación de las gotas de rocío, cazar
con mi madre. Me gusta disfrutar de la compañía de mis seres queridos y viajar
por todos y cada uno de los distritos para conocer más de nosotros mismos. Soy rápida,
perfeccionista e intento mantener mi vida en orden, me considero sensata y
previsora, y creo que no he sido en ningún momento yo misma.
Soy Amy Mellark Everdeen. Tengo
15 años. No, tengo 16 años, ha tenido que ser ya mi cumpleaños. Sigo siendo una
cria. Mi casa está en el distrito 12. Mis padres son Katniss Everdeen y Peeta
Mellark. Los dos estuvieron en los Juegos del Hambre. Escaparon. Hace veinte
años el Capitolio se derrumbó. Todos estos años han sido tranquilos, hasta hace
unos meses. Estoy en los Juegos del Hambre, ya no estoy realmente allí, mi
cabeza si. El Capitolio al que dimos por acabado me odia. ¿Realmente me odia?
Quizás soy tan insignificante para ellos que ni siquiera es personal, tan solo
quieren demostrar a nuestros padres que todo vuelve y que sus acciones tienen
consecuencias... El antiguo Capitolio no me odia, pero soy una pieza importante
para su estrategia. Me han torturado. He matado. He visto morir a gente. He
perdido a mi hermano pequeño.
Bajo la vista y examino mi
cuerpo, de nuevo. ¿Estaré capacitada para andar? Tal vez mis heridas me lo
impidan. Soy presa de una impaciencia inenarrable, necesito responder mis
preguntas, y no hay nadie aquí que venga a responderlas. Intento controlar el
impulso que me incita a saltar de la camilla y apoyar mis pies en el suelo
antes de comenzar una carrera hasta mi meta. De momento lo consigo, pero la
necesidad de incorporarme es cada vez mayor.
Tengo la garganta seca, el cuerpo
me pesa pero en realidad me encuentro mejor que la última vez que desperté.
Tras haber estado calmada por unos escasos minutos, siento un fuerte dolor en
la sien, cruza hasta los ojos y termina englobando toda mi cabeza. Una
sensación de presión constante mezclada con pinchazos pausados que convierten
en algo incómodo el seguir despierto. Veo unas luces y cierro los ojos,
entonces se desencadena un dolor mayor que se torna en insoportable. Cualquier
mínima luz o destello parece un foco intenso que provoca que el dolor aumente.
Aprieto fuerte mi cabeza pero nada cesa, ni siquiera el dolor minimiza. Siento
que estoy lejos, los pocos ruidos que había en la sala se oyen lejanos y
ausentes. Estoy allí y a la vez no estoy, es difícil de explicar. Comienza a
producirme un agobio intenso y la angustia me ahoga hasta sentir que se me hace
un nudo en el corazón, es como si rebosase un vaso de agua y comenzase a caer
lentamente, como una manta asfixiante en verano. No puedo alejarme de ese
agobio y de ese dolor.
Sin más, recuerdos de Finnick
intentando abalanzarse sobre Colin despiertan mi mente y hacen que me pregunte
que ocurrió. Intento alejar un poco el dolor sintiendo un pinchazo aún más
profundo, como si pensar doliese. No me había parado a pensar en lo que había
ocurrido la anterior vez que desperté. Quiero abandonar ese pensamiento para
que cese el dolor que padezco. Intento centrarme en la calma que me impregnaba
hacía escasos minutos. Abro lentamente los ojos y respiro hondo, noto como el
aire llena mis pulmones, de nuevo. Me imagino que el aire es de colores, azul
cuando entra y rosa cuando sale e intento centrarme en las sensaciones que me
produce esa relajación.
Recuerdos, una vez más, del
escozor de mi herida, de lo ocurrido en la Arena, de las máquinas que me
rodeaban. Y lo pienso, detenidamente, el fuerte dolor de mi estómago ha
desaparecido. Me llevo la mano a la herida y compruebo que está casi cerrada.
Debo llevar mucho tiempo enchufada a las maquinas del Capitolio de lo que
realmente pensaba, no tengo cortes, ni heridas, mis marcas han desaparecido.
Reconozco el buen trabajo de estas pero ver tantas a mí alrededor hace que me
sienta encerrada en una especie de hospital y de nuevo, la habitación se vuelve
fría en vez de acogedora. Los pequeños ruidos que salen de ellas,
entremezclados con pitidos rítmicos y molestos, hacen que el silencio de antes
parezca lejano. Estoy recuperando los cinco sentidos, me noto más centrada y,
me fijo con más detalle en el sitio que me rodea apreciando los detalles de la
habitación.
Al final, haciendo más caso a mi
instinto que a mi cabeza y, dejando por una vez la fría lógica y el sentido
común a un lado, me incorporo con cuidado. Noto algún pinchazo pero nada
comparado con la sensación que sentí cuando me moría, sensación que agradezco
no tener que repetir. Decido sentarme, mis piernas cuelgan de la camilla. Miro
mis brazos, tan perfectos como antes de ir a los juegos del hambre. Bueno, tal
vez perfectos no sea la palabras pero desde luego es agradable no ver heridas
cada dos centímetros de los mismos. Llevo una pulsera blanca en la muñeca. No
logro entender la letra, por lo que no puedo leer lo que lleva escrito. Un dato
más que me proporciona preguntas en vez de respuestas.
Si me paro a pensarlo
detenidamente parece tan irreal, aún no me creo que nos hayan rescatado. Siento
como si todo esto fuese un sueño. Y de nuevo, vuelven mis dudas acerca de que
tendrán planeado ahora. Quizás ataquen a Panem, al gobierno, o tal vez
simplemente todo ha acabado. Demasiado pronto para haber terminado todo, las
guerras no terminan, vuelven una y otra vez y duran... Siempre duran, dejando
terribles consecuencias a medida que el tiempo avanza. El tiempo, implacable,
no lo sufre pero nosotros que tan sólo somos una parte más de este planeta,
somos frágiles ante las vivencias y sufrimos por cada uno de nuestros actos.
Supongo que somos nuestro peor enemigo.
Estoy incorporada, tengo que
esforzarme más al respirar en esta posición, pero sigue siendo reconfortante.
Miro a mí alrededor de nuevo y sigo sin ver a nadie. Busco con la mirada alguna
persona conocida pero en esta habitación, a parte de una débil chica sentada en
una camilla, solo hay máquinas, medicamentos, y otros materiales de enfermería
o medicina.
De repente siento hambre, suena
irónico que lo diga pero me agrada tener esa sensación. Hasta ahora lo único
que he sentido ha sido dolor desde que me rescataron. El concepto de dolor
estaba empezando a cambiar en mi mente. Los dolores nuevos los siento con
intensidad, pero apuesto que un corte ya me duele mínimamente, como si me
hubiese acostumbrado, quizás mi umbral del dolor haya cambiado. He intentado
pensar que el dolor es psicológico y centrarme en otra cosa para calmarlo, pero
no siempre funciona.
Mis tripas suenan exigiendo dejar
de estar vacías. Siempre he odiado ese sonido, sobre todo en público, hace que
me sonroje débilmente. O, al menos, eso creo. Siento que las orejas me empiezan
a arder seguidas de los pómulos, y por unos segundos quiero desaparecer. Suerte
que estoy sola.
Soy consciente de que debería
quedarme aquí pero estoy aburrida y hambrienta. Además, no puede decirse que
sea una chica a la que le gusta estarse quieta, parada y sin hacer nada. Más
bien, para bien o para mal, soy todo lo contrario. Supongo que ya he reposado
bastante, y si no es así tendré que autoconvencerme de ello para no sentirme
tan culpable. Estoy ansiosa por salir de aquí.
Con cuidado saco los catéteres
que atravesaron mi piel para llegar a la vena. No duele pero resulta algo
molesto. Noto la tirantez de la piel y un poco de presión en la zona de
alrededor de la misma. Al sacarla presiono con una gasa que había en una
mesilla situada al lado de la camilla, junto a otros muchos aparados que no sé
para qué pueden servir. Presiono con fuerza durante un rato, viendo como deja
un punto de sangre en ella. Finalmente la retiro con cuidado y observo que no
siga saliendo sangre, tras comprobarlo, dejo la gasa en la camilla. Me quito
también los aparatos que están conectados por todo mi cuerpo. Parece mentira
que un circulo tan pequeño imponga tanto respeto. Me hace sentir débil, enferma,
vulnerable. El simple hecho de llevarlos hace que me sienta desprotegida.
Retiro todos los electrodos y el resto de pegatinas que no sé para qué sirven,
notando como se despegan de mi piel lentamente, con cuidado los dejo a un lado
de la camilla. Tocar este material me hace pensar en qué hubiese hecho si no
nos hubiesen secuestrado. En qué querría ser en la vida, quizás enfermera o
médico, como lo fue mi tía Primrose o mi abuela. Miro la gasa con un poco de
sangre y no me produce ninguna sensación. Sé que mi madre odiaría tener que
trabajar con estos materiales que a mí me parecen incluso interesantes. No sé
qué habría sido de mi futuro, me llaman demasiado la atención los
aerodeslizadores y las nuevas tecnologías que en los últimos años han aparecido
en el capitolio. Tal vez lo mío fuese algo de esas ramas, o tal vez simplemente
me dedicase a cazar con mi arco un par de ardillas hasta que alguien decidiese
por mí. Es ridículo pensarlo, porque ahora he cambiado, aunque todo volviese a
la normalidad no sabría qué hacer para adaptarme a la vida que ya teníamos, no
sabría cómo vivir sin miedo.
La camilla está fría como el
hielo, lo sé porque a veces mi piel roza sitios en los que no está cubierto el
metal. Busco unas zapatillas porque imaginar pisar el suelo descalza me produce
un hormigueo y una sensación de frio molesto, aunque no es la misma sensación
que produce el frio metal. Por suerte, veo unas colocadas debajo de una silla.
Me bajo de la camilla y noto el frio en mis pies, justo como había pensado. Un
escalofrío recorre mi cuerpo de abajo arriba, noto como la piel se torna a algo
que no sabría describir con exactitud. Es una sensación molesta en la que en
los muslos parecen clavarse o salir de él minúsculos cristalitos. Desagradable,
pero a la vez no, me hace sentir viva.
Muevo los pies en el sitio para
acostumbrarme, camino lento y me agacho a por las zapatillas, al hacerlo un
dolor intenso aparece en mi estómago. Decido que lo mejor es sentarme unos
segundos, antes de que uno de mis mareos aparezca tornando mi visión en negro y
haciéndome perder la poca fuerza que tengo. Me las pongo con cuidado y noto que
el calor vuelve a mis pies lentamente. Me visto con una bata que encuentro
posada en la misma silla, me miro en el reflejo de uno de los armarios el cual
supongo que contiene algunos de los medicamentos que guardan en la habitación.
No sé si parezco una enferma o una enfermera, pero agradezco no sentir los
brazos desnudos. Me recuerdan a las vías que tenía antes, o peor, a la sangre
que ha corrido por ellos en la Arena.
Abro la puerta de la extraña
habitación en la que estoy metida, he de decir que he perdido fuerza pues la
puerta me pesa bastante. Al cruzar la puerta siento que estoy en otro mundo.
Los pasillos blancos y luminosos contrastan con el triste gris de la habitación.
Echo un último vistazo antes de cruzar el umbral de la puerta y sigo mi
camino.
Ha andado antes por pasillos de
aerodeslizadores en viajes hacia el Capitolio para algunas reuniones de mi
madre, pero esta vez es diferente. Parece que hayan pasado años desde que
pisaba uno de dichos pasillos, es como estar en otro sitio diferente, en otro
tiempo. Nada ha cambiado pero todo se ve distinto. Quizás lo que es distinto
somos mi perspectiva y yo, me siento extraña en un lugar que debería resultarme
más familiar y cercano que el sitio en el cual me encontraba hacía apenas unos
días. Aunque carezco de pleno conocimiento sobre la fecha a la que me
encuentro, quiero creer que no haya pasado más de una semana.
Camino lento y ayudándome de la
pared. Mis piernas parecen frágiles ante la acción de caminar. Tengo miedo a
caerme y por ello prefiero ser previsora. Recorro uno de los pasillos blanco en
busca de algo o de alguien pero parece no acabar nunca. Es como un laberinto.
He seguido recto hacia la izquierda, encontrándome con algunas puertas cerradas
que requieren de un fichero para entrar. Después he girado a la derecha
pensando que tal vez en esa dirección me cruzaría con alguien, pero de nuevo
nadie estaba entre aquellas paredes. Pienso en volver atrás pero no quiero
enchufarme otra vez a las máquinas como si mi vida hubiese acabado y tuviese
que estar descansando todo el día. Así que continuo andando, sin saber hacia
dónde voy, girando por el primer sitio que me parece cuando se terminan los
pasillos rectos. Intento comprobar las puertas pero ninguna se abre. Parece que
esté sola en este aerodeslizador, en algún momento ha de aparecer alguien. No
creo que haya tan poca gente para no encontrarme con nadie si ando durante un
rato más.
-¿Amy? –al principio creo que me
lo he imaginado, me cuesta reaccionar pero es la voz de Finnick. Me giro
inmediatamente y veo en el pasillo rostros que reconozco enseguida, Colin,
Haymitch, Gale... Por fin he encontrado a gente, y no a cualquier persona, son
rostros familiares, cálidos, cercanos. Rostros que conozco perfectamente y que
tiempo atrás pensé que no volvería a ver nunca. Apoyada en la pared inicio el
camino hacia ellos, lentamente. Voy a decir algo pero la voy de Haymitch se
adelanta, con un gesto de mano que parece darme a entender que no diga ni una
sola palabra.
- ¿Se puede saber qué haces de
pie? ¡¿Qué haces por los pasillos?! –sus gritos resuenan e incluso se llega a
oír un leve eco, anonada mi expresión facial debe ser una mezcla entre alegría,
sorpresa y confusión, aunque no se por cal de esos sentimientos apostaría más
fuerte, no se me ocurre otra cosa que intentar explicarme pero no me deja
opción- ¡¿Acaso no sabes lo grave que estas?! ¿Te has parado a pensar con esa
cabeza que pareces tener de adorno lo que te puede ocurrir si te mueves?
- Haymitch desperté hace un rato,
intenté no moverme y permanecí en la camilla el tiempo que pude, resistiéndome
a levantarme. Cuando pasaron unos minutos me encontraba mejor y solo quería
buscar a alguien. Tenía bastante hambre, la garganta seca, estaba sola con un
montón de preguntas atormentando mi cabeza así que pensé que...
- Lo entiendo. Lo siento, lo
siento preciosa –me corta. Su tono es tranquilo y cálido, a la disculpa le
rodea una preocupación que no molesta en ocultar. Finnick me observa sin
moverse, como si estuviese viendo a un fantasma, Haymitch viene y me da un
abrazo, me sorprendo al ver una lágrima recorrer su rostro. Una sonrisa débil
se me escapa y él me da un beso en la frente intentando aclarar lo que había
ocurrido- perdóname, estaba tan preocupado. Sé que no debería haberte gritado
así, no sabes lo que me alegra tener a mi pequeña de vuelta aquí. Había días
que pensé que no podría verte crecer más.
-Yo también me alegro de estar de
vuelta Haymitch.
Él se separa y Finnick me mira.
Puedo decir que echaba de menos esa mirada. Sus ojos azules penetrantes se
fijan en los míos, parecen ser dominados por una profunda nostalgia mezclada
con un atisbo de alegría. Cuando me mira tan fijamente siento que no existe
nadie más, tan solo es él. Tiene exactamente la misma mirada que hace que,
cuando me irrita, o estoy cabreada por su forma de actuar o su comportamiento,
me olvide de todo lo que ha podido ocurrir entre nosotros. No tarda en venir
hasta donde estoy, con paso lento y prestando detalle a mi cuerpo. Me examina
de lejos con una mirada pausada, al detenerse en mi herida imagino que debe
estar buscando rasgos que le hagan creer que me encuentro lo suficientemente
bien como para estar de pie en uno de los amplios pasillos del aerodeslizador.
Haymitch asiente y él con su dulce sonrisa se acerca lentamente. Cuando llega
hasta mí me abraza, dándome un sutil beso en la cabeza que me hace sentir
seguridad. Noto el calor de su aliento, acercando sus labios a mi frente. Noto
sus brazos rodeándome, haciéndome sentir segura. Cierro los ojos y respiro
lentamente centrándome en la dulce sensación de estar a su lado, no se puede
describir con palabras, es un abrazo sincero que me envuelve en un refugio. Es
curioso el poder que alberga un simple abrazo.
Estoy completamente emocionada en
este momento, estoy junto a él de nuevo, fuera de la Arena, preparada para
superar lo que hasta ahora había sido miserable sufrimiento a manos de personas
que tan solo querían la desgracia de nuestra población. Una oleada de esperanza
recorre mi cuerpo, haciendo que se me erice el vello de mi piel. Veo a Colin
mientras abrazo a Finnick y le susurro un gracias que espero que entienda, él
me sonríe y me da a entender que todo está bien. No hay resentimientos, nos
prejuzgamos demasiado rápido los unos a los otros sin pararnos a pensar que
todos estábamos en el mismo equipo. Cada uno reaccionamos de una forma ante el
trauma que estábamos viviendo, nuestra forma de ser se convirtió en un
caparazón para defendernos de la realidad, pero nuestras verdaderas
personalidades estaban escondidas dentro de nosotros, sin salir para no poder
ser dañadas. Juzgué a Colin por su actitud los días previos a la arena, le
juzgué por las veces que intentó matarnos pero he decidido que si voy a
juzgarle sea por la vez que me pudo matar y me salvó. Quizás ese fue el momento
en el que Colin se mostró más real en la Arena.
Finn y yo nos separamos, quiero
ver a tanta gente. Quiero saborear cada instante, sentir que todo ha acabado,
al menos por ahora, y que todo va en la dirección correcta. Puede que estemos
ante una guerra, pero mayor guerra hay ahora mismo en mi interior con tantas
emociones. Mis padres, mis amigos, todas aquellas personas a las que me
convencí de no volver a ver están a un paso de mí. A un vuelo, a unas horas, a
unos días, me da igual. Están aquí, y tengo la oportunidad de verles y decirles
lo mucho que me hacen falta, lo mucho que agradezco tenerles en mi vida.
Parece que en lugar de semanas
hayan pasado años. Es como tener la sensación de no haber conocido otra cosa,
como si la realidad actual fuese lo único que conocíamos. Es curioso, como
acontecimientos tan oscuros hacen que el tiempo se pare y pase lento. El
tiempo, que es implacable, que siempre pasa, parecía que ahora iba más lento
que nunca y a la vez, las agujas giraban a un ritmo que no te daba tiempo a
reaccionar ante la realidad para poner orden.
Algo me desconecta de mis
reflexiones. Noto un fuerte pinchazo que hace que caiga de rodillas y grite de
dolor. La herida me arde y siento intensamente como si me atravesasen de nuevo
con el cuchillo. Es una mezcla de desagradables sensaciones que terminan en un
mismo punto. Pinchazo, ardor, hormigueo, no se describir lo que ocurre en mí.
Un conjunto de pensamientos negativos inundan mi cabeza. Algo va mal, muy
mal.
El dolor no cesa, soy capaz de
levantar un segundo la mirada y compruebo como todos corren a ayudarme.
Haymitch da un aviso para que traigan una camilla, Finnick me agarra la mano
diciéndome que todo va a salir bien. Las voces que oigo comienzan a
distorsionarse y algunas se pierden sin poder llegar a entender lo que dicen.
Gale manda a Colin a buscar a los médicos y él sale corriendo. Veo como su
cabeza desaparece entre la multitud de gente que se amontona a mi lado, con
paso ligero y caras que no me aportan seguridad debido a las expresiones de
preocupación que tienen. El amigo de mi madre avanza hasta mí y me coge en
brazos, con una mano sobre mi espalda para sujetarme de forma que quede
completamente recta. La otra en mis piernas, como método de apoyo, me pega a su
pecho y comienza a andar.
-Tranquila, todo va a estar bien.
Te lo prometo – la voz de Gale es tan dulce como recordaba.
Siento que me voy a morir, el
dolor es tan fuerte que no puedo soportarlo. Estoy cansada de tanto drama,
quizás sea más fácil así. Miro la herida con la vista borrosa a causa del mareo
que el dolor me provoca. Esa tal y como antes, solo que... sangra. Una mancha
empieza a teñir mi camisón. Quiero tocarla para ver si es real pero alguien
agarra mi mano y me lo impide. Oigo un grito que avisa de que viene la camilla.
Suena lejano, aunque ahora mismo cualquier voz me suena lejana. Es como si el
dolor me hubiese atrapado en una zona concreta y todo lo de alrededor estuviese
a kilómetros de distancia, pasando cada vez más y más desapercibido por mi
cabeza. Aunque inútilmente intente focalizar mi atención en algo en concreto,
soy incapaz de hacerlo. Automáticamente mi cabeza me centra en ese desagradable
dolor procedente de mi herida. Puedo notar la piel húmeda, bañada por ese
líquido rojo que no suele ser buena señal y un olor a sangre que se me mete por
mi nariz haciendo que quiera dejar de respirar. Casi puedo saborear la sangre,
con su característico toque a hierro. No quiero que me enchufen de nuevo, no
puedo volver a dormir. Quiero ver a tanta gente, quiero disfrutar de su
compañía ahora que estoy libre. A mis padres, a mi hermano... No puedo volver a
la habitación sin verles, les echo tanto de menos.
Presa de la inquietud, durante las
últimas horas había estado analizando cada uno de los pasos dados y por dar,
sin caer en la cuenta de que de momento no había tenido noticias de mi hermano.
Recordé que me lo habían arrebatado pero supuse que tras rescatarnos le habrían
tratado igual que a mí. Asumiendo que estaba bien en un principio, y confirmado
por la alegría de todos al tenerme de nuevo con ellos. El problema aparece
cuando me planteo con incertidumbre si aquello que había pensado es o no
cierto. Si mi hermano estuviese bien no dudo que hubiese sido el primero en
venir a verme. Una parte de mi quiere creer que lo mantienen en un lugar
seguro, junto a mis padres, esperando mi regreso. La otra piensa que si estamos
todos aquí, es porque no hemos recorrido la distancia suficiente para llegar a
nuestro Capitolio. Por tanto, mi hermano debe estar entre las paredes de este
aerodeslizador, o de otro, en caso de que hubiese. De no ser así, temo que algo
le haya ocurrido a Gale.
-¿Dónde está mi hermano? –saco
todas las fuerzas que me quedan, quiero decir más pero me veo incapaz de
hacerlo. Tan solo quiero verle antes de ir a esa habitación de nuevo. No hago
preguntas complicadas ni estoy exigiendo saber nada que conlleve mucho tiempo
para ser explicado. Solo quiero saber dónde está Gale. Sólo quiero saber si mi
hermano se encuentra bien.
-Amy, debemos curarte eso, hay
que llevarte de nuevo a la sala, estás perdiendo gran cantidad de sangre.
Tendremos que parar la hemorragia y cerrar la herida de nuevo, parece que el
tejido no había terminado de cicatrizar por dentro y tus esfuerzos han
terminado por abrirlo. Tienes que entender que esto es grave, probablemente
necesites dos transfusiones, tendrás que permanecer en cama algunos días para
recuperarte.
-Me da igual, no me iré- mi voz
se corta, apenas es un hilo pero puedo intentar terminar la frase. No responden
a mi pregunta, ni directa ni indirectamente, y pese a que no tengo fuerzas, no
me cuesta deducir que eso no es buena señal. Están evadiéndola. Me esfuerzo por
terminar lo que quiero decir. Noto mis músculos tensos, intentando mantener el
dolor a raya y darme una pequeña ventaja para poder decir lo que quiero- sin
ver a mi hermano. Decidme donde está, no me miréis como si os diese pena,
quiero saber la verdad.
Mi voz se corta, muevo los labios
pero no tengo fuerza para hablar. El dolor que siento es tan fuerte que
entrecorta mi respiración pero es más fuerte aún el dolor que siento por no
poder ver a mi hermano. Siento que me ahogo, sé que respiro bien pero la
sensación de falta de aire me supera. Es esa incertidumbre, esa necesidad, ese
dolor el que me atrae a la realidad, luchando contra el otro que pretende
alejarme de ella. Merezco verle, después de lo que hemos pasado. Miro a Finn en
busca de una explicación, de su mirada de comprensión. Pero lo único que
encuentro son miradas que bajan, caras de decepción. Las cabezas de las
personas que tengo delante se giran para encontrar el apoyo en otra persona.
Ellos buscan donde apoyarse, yo busco una respuesta. Veo que Finn se arrodilla
y se pone a la altura de la camilla.
-Amy, lo siento –dejo de oír su
voz, le veo mover los labios pero no le oigo. ¿Qué siente? Quiero decirle que
no le oigo, quiero que me explique qué está pasando. No puedo mover mi cuerpo
por más que lo intento, es una situación que me consume poco a poco. Me sumerjo
en un agobio sin control alguno. Pongo todo el empeño en mover mi mano pero
esta no reacciona, me esfuerzo en hablar pero mis labios no se mueven. Unas
sombras aparecen en mi visión hasta taparla por completo y teñirla de negro.
Quiero saber que pasa pero mis ojos se cierran y mi fuerza me abandona sin
esperar a que mi pregunta sea contestada. Simplemente me alejo de ese lugar. Al
final he cedido al dolor, se ha ido, y yo me he ido con él.
El dolor no cesa, soy capaz de
levantar un segundo la mirada y compruebo como todos corren a ayudarme.
Haymitch da un aviso para que traigan una camilla, Finnick me agarra la mano
diciéndome que todo va a salir bien. Las voces que oigo comienzan a
distorsionarse y algunas se pierden sin poder llegar a entender lo que dicen.
Gale manda a Colin a buscar a los médicos y él sale corriendo. Veo como su
cabeza desaparece entre la multitud de gente que se amontona a mi lado, con
paso ligero y caras que no me aportan seguridad debido a las expresiones de
preocupación que tienen. El amigo de mi madre avanza hasta mí y me coge en
brazos, con una mano sobre mi espalda para sujetarme de forma que quede
completamente recta. La otra en mis piernas, como método de apoyo, me pega a su
pecho y comienza a andar.
-Tranquila, todo va a estar bien.
Te lo prometo – la voz de Gale es tan dulce como recordaba.
Siento que me voy a morir, el
dolor es tan fuerte que no puedo soportarlo. Estoy cansada de tanto drama,
quizás sea más fácil así. Miro la herida con la vista borrosa a causa del mareo
que el dolor me provoca. Esa tal y como antes, solo que... sangra. Una mancha
empieza a teñir mi camisón. Quiero tocarla para ver si es real pero alguien
agarra mi mano y me lo impide. Oigo un grito que avisa de que viene la camilla.
Suena lejano, aunque ahora mismo cualquier voz me suena lejana. Es como si el
dolor me hubiese atrapado en una zona concreta y todo lo de alrededor estuviese
a kilómetros de distancia, pasando cada vez más y más desapercibido por mi
cabeza. Aunque inútilmente intente focalizar mi atención en algo en concreto,
soy incapaz de hacerlo. Automáticamente mi cabeza me centra en ese desagradable
dolor procedente de mi herida. Puedo notar la piel húmeda, bañada por ese
líquido rojo que no suele ser buena señal y un olor a sangre que se me mete por
mi nariz haciendo que quiera dejar de respirar. Casi puedo saborear la sangre,
con su característico toque a hierro. No quiero que me enchufen de nuevo, no
puedo volver a dormir. Quiero ver a tanta gente, quiero disfrutar de su
compañía ahora que estoy libre. A mis padres, a mi hermano... No puedo volver a
la habitación sin verles, les echo tanto de menos.
Presa de la inquietud, durante
las últimas horas había estado analizando cada uno de los pasos dados y por
dar, sin caer en la cuenta de que de momento no había tenido noticias de mi
hermano. Recordé que me lo habían arrebatado pero supuse que tras rescatarnos
le habrían tratado igual que a mí. Asumiendo que estaba bien en un principio, y
confirmado por la alegría de todos al tenerme de nuevo con ellos. El problema
aparece cuando me planteo con incertidumbre si aquello que había pensado es o
no cierto. Si mi hermano estuviese bien no dudo que hubiese sido el primero en
venir a verme. Una parte de mi quiere creer que lo mantienen en un lugar
seguro, junto a mis padres, esperando mi regreso. La otra piensa que si estamos
todos aquí, es porque no hemos recorrido la distancia suficiente para llegar a
nuestro Capitolio. Por tanto, mi hermano debe estar entre las paredes de este
aerodeslizador, o de otro, en caso de que hubiese. De no ser así, temo que algo
le haya ocurrido a Gale.
-¿Dónde está mi hermano? –saco
todas las fuerzas que me quedan, quiero decir más pero me veo incapaz de
hacerlo. Tan solo quiero verle antes de ir a esa habitación de nuevo. No hago
preguntas complicadas ni estoy exigiendo saber nada que conlleve mucho tiempo
para ser explicado. Solo quiero saber dónde está Gale. Sólo quiero saber si mi
hermano se encuentra bien.
-Amy, debemos curarte eso, hay
que llevarte de nuevo a la sala, estás perdiendo gran cantidad de sangre.
Tendremos que parar la hemorragia y cerrar la herida de nuevo, parece que el
tejido no había terminado de cicatrizar por dentro y tus esfuerzos han
terminado por abrirlo. Tienes que entender que esto es grave, probablemente
necesites dos transfusiones, tendrás que permanecer en cama algunos días para
recuperarte.
-Me da igual, no me iré- mi voz
se corta, apenas es un hilo pero puedo intentar terminar la frase. No responden
a mi pregunta, ni directa ni indirectamente, y pese a que no tengo fuerzas, no
me cuesta deducir que eso no es buena señal. Están evadiéndola. Me esfuerzo por
terminar lo que quiero decir. Noto mis músculos tensos, intentando mantener el
dolor a raya y darme una pequeña ventaja para poder decir lo que quiero- sin
ver a mi hermano. Decidme donde está, no me miréis como si os diese pena,
quiero saber la verdad.
Mi voz se corta, muevo los labios
pero no tengo fuerza para hablar. El dolor que siento es tan fuerte que
entrecorta mi respiración pero es más fuerte aún el dolor que siento por no
poder ver a mi hermano. Siento que me ahogo, sé que respiro bien pero la
sensación de falta de aire me supera. Es esa incertidumbre, esa necesidad, ese
dolor el que me atrae a la realidad, luchando contra el otro que pretende
alejarme de ella. Merezco verle, después de lo que hemos pasado. Miro a Finn en
busca de una explicación, de su mirada de comprensión. Pero lo único que
encuentro son miradas que bajan, caras de decepción. Las cabezas de las
personas que tengo delante se giran para encontrar el apoyo en otra persona. Ellos
buscan donde apoyarse, yo busco una respuesta. Veo que Finn se arrodilla y se pone
a la altura de la camilla.
-Amy, lo siento –dejo de oír su
voz, le veo mover los labios pero no le oigo. ¿Qué siente? Quiero decirle que
no le oigo, quiero que me explique qué está pasando. No puedo mover mi cuerpo
por más que lo intento, es una situación que me consume poco a poco. Me sumerjo
en un agobio sin control alguno. Pongo todo el empeño en mover mi mano pero
esta no reacciona, me esfuerzo en hablar pero mis labios no se mueven. Unas
sombras aparecen en mi visión hasta taparla por completo y teñirla de negro.
Quiero saber que pasa pero mis ojos se cierran y mi fuerza me abandona sin
esperar a que mi pregunta sea contestada. Simplemente me alejo de ese lugar. Al
final he cedido al dolor, se ha ido, y yo me he ido con él.
Siento como el ambiente es frío y
húmedo, tengo los ojos cerrados pero respiro un aroma de frescor y limpieza,
aire puro. Distingo a la perfección esa sensación. Muevo los pies que se
encuentran en la superficie sobre la que estoy situada. Noto como la hierba
tiene aún algunas gotas de la lluvia de por la mañana, el sol acaricia mi piel
proporcionándome algo de calor. Me muevo con los ojos aún cerrados, sintiendo
como debajo de mis pies se hacen las siluetas perfectas de mis huellas en la
fresca hierba, dejando atrás un rastro de mi presencia sin preocupación ninguna
por si alguien lo descubre. Me adentro, en lo que supongo que es un hermoso
bosque, tan hermoso como el de mi distrito. Aprecio cada sonido que me regala
la naturaleza, cada olor que desprende en sí misma, el aroma de las diferentes
flores, el sonido del agua del rio correr, los pájaros cantando.... decido
abrir los ojos para disfrutar del paseo.
¿Qué hago aquí? Mi inquietante
pregunta hace que me planteé como he llegado hasta el maravilloso paisaje que
me rodea. No sé cómo he acabado en este lugar, no tengo conocimientos sobre
nada que haya ocurrido anteriormente a esto. No quiero irme.
Abro los ojos y la sensación de
paz y tranquilidad que habitaba en mí se desvanece, los hermosos paisajes que
me había imaginado al escuchar y sentir mí alrededor ya no están. En cambio,
encuentro una imagen sobrecogedora de lo que podría ser una pesadilla. Un olor
a quemado se adentra en mis pulmones al igual que el humo, haciendo que respire
con dificultad. Veo mi distrito en llamas, animales huyendo del fuego, algo me
agarra del pie. No puedo liberarme de la mano del cadáver de una joven chica
que se sujeta como si yo fuese la vida y se aferra a ella. Al conseguir
desprenderme corro como si solo existiese una dirección, a trompicones y
cayendo en alguna ocasión. Todavía desconcertada intento llegar hasta mi casa.
En el camino numerosas personas fallecidas, sus rostros muestran una horrible
escena que me deja el cuerpo frío y con una sensación de vacío. Al terminar la
calle principal giro hacia la derecha donde tropiezo con el brazo alargado de
una chica que sujeta lo que parece ser la mano de su hermano pequeño. Abrumada
por lo que ven mis ojos salgo corriendo, las lágrimas saltan de mis ojos
mientras mi corazón se encoge más y más. El agobio crece en mí, asfixiándome.
El humo sigue entrando en mis pulmones lo que provoca que sienta que respiro
cada vez con mayor dificultad. Esta sensación de falta de aire hace que tenga
que parar, al hacerlo caigo de rodillas e intento recobrar el aliento. A la par
intento recomponer las piezas de este rompecabezas en el cual ninguna encaja.
¿Cómo ha ocurrido esto? ¿Qué hago
aquí? ¿Dónde está...? Mi casa, me pongo de pie de inmediato y corro en
dirección a lo que era mi hogar. En el camino las dudas me comen por dentro,
intento no pensar en las llamas devorando aquel lugar donde crecí, intento
alejar de mí cualquier pensamiento en el que mi familia se haya visto
perjudicada, intento aferrarme a un foco de esperanza de que mis seres queridos
están bien.
Estoy llegando, no falta mucho.
De repente me doy cuenta de que
he sido guiada por mi instinto, pero ni siquiera sé si voy en la dirección
correcta. No recuerdo mi casa, no recuerdo mi vida. Una silueta está en el
final de la calle, debido al humo no visualizo bien de qué persona se trata.
Sigo mi camino, ignorando la falta de aire e intentando acelerar mi paso. Por
fin aprecio mejor al joven muchacho de cabello rubio que se encuentra de mí, un
haz de luz ante tal devastadora situación. Sus ojos color mar hacen que sienta
seguridad y confianza, no le conozco, pero aprecio cierta familiaridad en su
mirada.
-Lo siento Amy...
Mientras me pide disculpas por
algo que aún desconozco gira su cabeza, dirige su mirada hacia atrás y
permanece en silencio. Temerosa por lo que pueda encontrar avanzo con un paso
vacilante, entonces lo veo. Un niño pequeño, rubio y de piel blanca, agarrado de
la mano de sus padres, o eso creo. Él es rubio y ella morena, están tapados por
las cenizas que ha provocado el incendio pero se aprecia aún parte de sus
cabellos. Su expresividad ha sido grabada como si se tratase de una escultura
aterradora. Siento como si arrancasen una parte de mí y la llevasen lejos. No
sé quiénes son estas personas pero no puedo avanzar ahora. Me tiemblan las
piernas, por no decir todo el cuerpo. Me destroza lenta y amargamente por
dentro la situación en la que me encuentro, me desmorono, soy como un edificio
antiguo sin cimientos que se derriba en un momento. Un grito ahogado sale de mí
y siento como si el corazón se me quedase pequeño, me aterra la imagen que
ahora no sale de mi cabeza. Me ahogo entre el humo y mis lágrimas pensando que
jamás volveré a verles. Me pregunto por qué me afecta tanto la pérdida de estas
personas si no les conozco, no sé quiénes son. No puedo reaccionar, no sé qué
viene a continuación ni como ha pasado todo. Vuelvo a observarles, es una
familia, el incendio les debió pillar de improviso. Me ahogo en la idea de no
saber qué ha ocurrido, de no recordar nada.
¿Quién soy? Me giro buscando la
mirada de aquel joven que parecía conocerme, pero ya no está. Me digo a mi
misma que debo salir de allí así que me alejo. En las grandes y negras verjas
está él de nuevo. Solo veo su silueta, que gira al verme y sigue avanzando. Le
persigo, en busca de respuestas, continua por las calles que antes estarían
llenas de vida, ahora simplemente dejas atrás cuerpos y huesos calcinados.
Edificios arrasados, vidas destruidas, soledad. Gira una vez más, no sé hacia
donde nos dirigimos, avanzo mi paso impaciente y al llegar hasta él agarro su
brazo tirando del joven hacia mí. Al girarse ya no encuentro sus ojos azules en
los que esperaba hallar consuelo, si no unos ojos cosidos que hacen que grite
aterrorizada.
-Aún no es tarde Amy, tienes que
seguir luchando.
Desperté de golpe, gritando, mi
frente estaba sudorosa. Me encontraba en una habitación con una deslumbrante
luz que me dejó impactada e incluso cegada durante unos segundos, apreciaba
olores como alcohol, desinfectante y en algún lugar de aquella blanca y
ordenada sala una máquina emitía pitidos constantes y agudos, me aventuro a
decir que resultaban irritantes. Mi primer instinto fue moverme, pero un fuerte
pinchazo me lo impidió. Al bajar la mirada hallé una vía intravenosa que
colgaba de mi brazo hasta unas bolsas con un líquido que desconocía. Mi impulso
fue arrancarlas, y así lo hice. Para mi desgracia no era ni mucho menos como
había imaginado, lo hice rápido pensando que dolería menos pero aun así no
resulto agradable.
En respuesta a mi poca
inteligente acción apareció una mujer ordenando que me quedase quieta. Parecía
tener un carácter serio, no dudé en hacer caso a sus palabras. Su aspecto era
completamente desconocido para mí. De unos 40 años de edad, vestía con una bata
blanca y muy formal. Dejó en una mesilla una carpeta con papeles que llevaba en
la mano y se apresuró a colocar de nuevo mi vía. Hizo una mueca para que me
quedase callada y quieta, capté rápido su mensaje. Con paso ágil se dirigió
hacia la máquina donde parecía programar algo que probablemente no entendiese
ni aunque se molestara en explicármelo. Era realmente guapa, con una piel
tersa, se podría decir que perfecta y el cabello recogido lo que provocaba que
sus ojos fuesen el centro de atención de su rostro. Se aproximó a mí, me aparté
vacilante pero agarro mi cara con fuerza, lo suficiente para sujetarme pero no
tanto como para provocarme daño. Me apuntó a los ojos con unas linternas y tras
unas pruebas me miró sonriente, su aspecto de autoridad cambió radicalmente
hacia una acogedora y segura actitud.
-Después de la última vez aún
tienes ganas de levantarte – continuó hablando mientras observaba los líquidos
de las bolsas- tienes que aprender a controlar esa fea costumbre de quitarte
las vías, la última vez te hiciste un hematoma.
Observo mi brazo, una mancha
morada se encuentra en el pliegue del mismo. No recuerdo haberme hecho nada. Ni
siquiera tengo noción de haber estado antes en esta sala. Cierro los ojos e
intento recordar qué ha podido ocurrir. Tan sólo oscuridad, no soy capaz de
recomponer ningún hecho en mi cabeza.
-¿Dónde estoy?
-Parece que hoy te has despertado
más calmada, incluso bromista. Eso es bueno Amy, estoy segura de que te ayudará
a afrontar mejor la situación- la mujer de bata blanca sigue sonriéndome, su
trato es amable pero profesional. Se ha dirigido a mi como Amy, me llamo Amy,
aún me siento desorientada- has perdido mucha sangre, es normal que estés
cansada. Llevas unos días sedada, tuvimos que realizar una cirugía para
conseguir cerrar tu herida. Finnick pidió que le avisásemos al despertar, quiso
estar aquí pero le solicitaron para una misión y tuvo que dejar la habitación.
A pesar de ello ha venido todos los días.
-¿Todos los días? ¿Cuánto tiempo
exactamente llevo aquí?
-No te preocupes por eso ahora,
es normal que estés desorientada, lo normal es que te encuentres fuera de lugar
durante un tiempo pero pronto volverás a estar en perfectas condiciones y te
pondrán al corriente de lo ocurrido. Hay mucho por hacer, esto solo acaba de
empezar. Sabemos por todo lo que habéis pasado pero aún os necesitamos.
-¿Se refiere al incendio? ¿Estoy
aquí por eso? Había una familia en la casa... ¿ha sobrevivido alguien más?
-Amy, estás aquí por tu herida,
te desmayaste cuando se abrió y comenzaste a perder grandes cantidades de
sangre- se extraña ante mi pregunta, lo sé porque ha fruncido el ceño como acto
reflejo a mis palabras. Ella señala un punto en concreto y me aventuro a
mirarlo, una cicatriz sobre mi piel de aspecto reciente. No lo recuerdo, debí
caerme mientras corría cerca de aquel chico en el bosque- no ha habido ningún
incendio.
En ese momento se abre la puerta
y entra un hombre con un chico más joven. Ambos se aventuran con entusiasmo, se
acercan a mi cama, ágiles y con gran emoción. Espero ver rostros conocidos que
me hagan sentirme segura de lo que ocurre pero no les reconozco, ni siquiera
cuando están a mi lado. Su expresión cambia al ver que no reacciono como ellos
esperaban. De repente siento como si una aguja de gran tamaño atravesase mi
cabeza y posteriormente millones de agujas se introdujesen en la misma de
manera más lenta. Una presión se apodera de mí provocando un dolor
insoportable, indescriptible, desagradable y eterno.
Una voz fuerte resuena en mi
cabeza, una luz cegadora me invade y millones de recuerdos de la terrorífica
pesadilla estallan en pedazos, recomponiéndose en una serie de imágenes que
pasan a cámara rápida por mi mente. <<Lo siento Amy>>.
Miro de nuevo a un lado, es el
joven de mis visiones, pero tiene de nuevo sus ojos color mar. Él me decía que
lo sentía, pero ¿por qué? Su nombre debe ser Finnick, al que se refería la
doctora, es el rostro que me resulta más familiar aunque el otro hombre también
me recuerda a alguien. He debido haber soñado aquello que ocurrió, pero de ser
un sueño, ¿por qué aún no recuerdo nada? Estoy desconcertada, siento como si
perteneciese a este lugar y a la vez estoy alejada de él. Parece que todo el
mundo me conoce pero yo no soy capaz ni de aclarar la idea de quién soy yo misma.
No recuerdo cómo me hice la herida, ni quiera sé cómo he terminado ingresada.
Quizás me de miedo pero me armo de valor para preguntar lo que para ellos es
obvio.
-No se quienes sois. No sé qué
hago aquí.
Lo llamaron amnesia retrógrada.
No supieron explicar por qué, mi cerebro no sufrió lesiones, perdí sangre pero
no tanta como para dejar sin oxígeno al cerebro durante tanto tiempo. Me sentí
completamente perdida. Al final me explicaron que quizás sufría amnesia
disociativa, por lo que entendí es la pérdida de memoria que sufres por un
acontecimiento traumático o estresante. Se suponía que esa amnesia me producía
una incapacidad para recordar información personal importante, pero yo no tenía
simples lagunas. Yo no sabía ni quien era.
***
Han pasado varios días en los que simplemente he estado tumbada,
recibiendo visitas de gente que no era capaz de reconocer. Una mirada fría. Eso
era cuanto podía ofrecer. Sentimientos vacíos y un sinfín de gestos y acciones
que para mí no valían nada. Ya no era capaz de sentir, de compartir mis miedos
con nadie. Ya no sabía amar, pues el dolor me había marcado. ¿Cómo volver a
confiar? No conozco a las personas que están a mí alrededor. En ocasiones los
golpes que recibimos nos hieren pero podemos volver a levantarnos, en cambio, otras
veces nos marcan. Nos marcan de tal modo que nos hacen cambiar; algo dentro de
ti da un giro, se cierra una puerta y pese a que cualquier llave encaje en la
cerradura, ninguna puede abrirla. Me contaron que Finnick era una persona muy
especial para mí pero esta vez ni siquiera Finnick podría abrir esa cerradura. Quizás
nunca recuperase mis recuerdos. No podía sentir nada por alguien a quien no
conocía. ¿Por qué tenía que fiarme de que todo fuese verdad? Mi corazón no
latía más deprisa ni más lento, no tenía emociones, no manifestaba ningún sentimiento
por nada ni por nadie. Me miraba al espejo y no me reconocía, como si estuviese
en el cuerpo de otra persona, podía verme pero no sentía que fuese yo.
Consideraron que debían darme información y a partir del
segundo día empezaron a contarme cosas sobre mi vida. Mi nombre, mis gustos,
mis padres, mi hermano, la vida que solía llevar. Me enseñaron fotografías y
parecía que quería recordar pero no podía. Cuando pasó una semana empecé a
tener sueños con recuerdos de las fotografías. Trabajé con una psicóloga y una psiquiatra,
acudía todos los días a terapia y tomaba la medicación que me decían. Pasaron 15
días, comenzaba a tener algunos recuerdos. Me explicaron lo que ocurrió con los
juegos del hambre, decidí ver los videos. En ellos parecía una máquina de
matar, aunque todo el mundo decía que no era así, tan solo fui objetiva al
verme en la pantalla. Supongo que es desgarrador verte de esa forma y ni
siquiera reconocerte. Probé a lanzar con el arco, o a lanzar cuchillos con el
video, parecía que esas dotes no las había perdido. Supongo que solo perdí mi
cabeza, era lo que más quería recuperar.
En todo este tiempo no vi a mis padres, me dijeron que ellos
estaban pasando por momentos muy difíciles y lo menos que quería era hacerles
daño cuando viesen que ni siquiera me acordaba de ellos. Supongo que les quería
y no podía permitir que pasasen por eso. La psiquiatra autorizaría su visita
más adelante, cuando me recuperase un poco. Supongo que cuando el cariño es
real, no desparece, aunque desaparezcas tú mismo. Sentía la necesidad de
protegerles y eso me daba esperanza, porque sentía algo.
Tras 20 días los recuerdos parecían más claros así que
continuaron explicándome la situación en la que estábamos. Realmente podía
decidir si continuar o no, a veces era feliz, cuando mi mente no regresaba al
pasado y mis heridas no estaban abiertas, podía decidir quedarme ahí, sin
intentar recordar. Podría empezar a vivir de nuevo, pero ¿sería yo? Dicen que
somos parte de quien nos abraza cuando las cosas no están bien, que somos de
quien nos cuida, de quien nos apoya y de quien se mantiene ahí. Tengo a mucha
gente que está ahora mismo luchando por recuperarme por lo que sería muy egoísta
quedarme donde estoy, aunque esté mejor. Los días malos pasan y terminan, no
para hacernos sufrir, si no para hacernos cambiar, quiero conocer a la persona
en la que me convertí sin temor a rechazarla.
La psicoerapia me ayudó bastante, al principio no quería
tener relaciones con nadie porque era incomodo no reconocer a quien si lo
hacía, después fui avanzando. Se suponía que tenía lagunas de memoria, pero lo
curioso es que no recordaba nada al principio. A quien primero recordé tras
mucha terapia es a mi familia, supongo que es lógico, pues el vínculo es mayor
y es con los que más tiempo he pasado. Después fui recordando a los demás. Las imágenes,
videos y fotografías me ayudaban pero lo que más me ayudaba eran las sesiones.
Con los días me junté más con Finnick, no sabía nada seguro
sobre nosotros pero sentía calma y no tenía necesidad de fingir que estaba bien,
prefería quedarme ahí. Él no me daba miedo, si no ganas de conocerlo. No con
cualquier persona sentimos paz en tiempos de guerra, supongo que eso si
significa algo. Hoy viene a buscarme y me lleva hasta una sala.
- Será mejor que te sientes – el hombre con rasgos marcados
y de voz segura me señala una silla. Esta semana ya empiezo a recordarle con
claridad, parece que era una persona muy importante para mi familia, en las
fotografías parecía feliz pero ahora está desgastado, cansado y preocupado
continuamente. Empieza a relatar lo que ocurrió para ponerme al día-Llevábamos
días buscándoos, el Capitolio comenzada a desesperarse. Estabais ya en los
entrenamientos y no éramos capaces de localizarnos. Todo Panem se estaba
movilizando. Los vencedores cogieron trenes hasta aquí, se empezó a entrenar en
el 2 a los agentes de la paz de antes por si había que luchar de nuevo. Los
distritos comenzaron a prepararse para una posible guerra, se mandaron tropas a
todos ellos. Había vigilancia a todas horas, entrenamientos cada día, se pensó
que la guerra estaba cerca. Un cuarto del Capitolio se estaba encargando de
hacer planes de lucha y defensa para proteger Panem, también se preparaban
hospitales y armas. Otro cuarto se encargó de preparar aerodeslizadores con
todo el material necesario para cuando os rescatásemos, les instalaron
habitaciones con máquinas del hospital, paneles de control que los conectaban
directamente con el capitolio y sensores especializados para facilitar la
búsqueda. El cuarto día mandamos la mitad de los aerodeslizadores a buscar por
toda la zona exterior de Panem, la señal había que mejorarla pero podíamos
comunicarnos con ellos. Cada día tú madre nos llamaba, nunca había buenas
noticias, no podíamos localizaros. La otra mitad del Capitolio trabajaba allí,
buscaba ideas, códigos, pistas, cualquier cosa que nos sirviese pero no dábamos
con nada. La noticia se extendía por Panem, el Capitolio no encontraba la
manera de solucionar esto. Los vencedores se repartieron en los
aerodeslizadores que quedaron, en cada aerodeslizador iba un grupo de médicos
especializados. Tan solo quedaron en el Capitolio dos aerodeslizadores. Cuando
los entrenamientos acabaron comprendimos que era imposible interpretar la
señal, tenían todo bloqueado. Al final un día conseguimos respuesta de la
mayoría de los aerodeslizadores. Hicimos un mapa, colocamos cada aerodeslizador
en su punto. Tan solo hubo unos de los que no recibimos respuesta. Si no
podíamos comunicarnos con ellos tal vez fuese porque alguien impedía esa señal.
Un campo de fuerza que fuese capaz de ocultar cada señal. En seguida Gale y yo
nos dimos cuenta. Preparamos los aerodeslizadores y fuimos de inmediato. Por
suerte os localizamos. Fue difícil romper ese escudo que tenía la Arena pero lo
conseguimos. El caso es que la central no estaba allí. No fuimos capaz de
rescatar a todos los tributos Amy, entre ellos no pudimos rescatar a tu
hermano.
Mi hermano. He visto los videos, mi irresponsabilidad por
vivir un absurdo amor adolescente, cómo llegué tarde a la cueva. Cómo fallé
intentando coger la medicina y cómo puse a Finnick en peligro. Colin me salvó y
después aparecieron los aerodeslizadores. Nadie consiguió salvar a mi hermano,
los del Capitolio fueron más rápidos, sabían que estaba solo y se aprovecharon
de la situación. Sabía que no lo habían podido rescatar, supongo que oírlo es
más duro.
- Después curasteis mis heridas,
me levanté a buscaros y comencé a sangrar de nuevo. Ahí es cuando no recordé
nada –suspiro lentamente, cuánto tiempo habré perdido para buscar a mi hermano-
¿cómo está avanzando la búsqueda? ¿Se sabe algo de la central?
- Aún no hemos descubierto nada
Amy- Gale aparece en la sala- creo que sería mejor que descansases y te
mantuvieses al margen, como el resto de los tributos. Ya habéis pasado por
bastante.
- Me he recuperado, quiero ayudar.
Vi los videos, soy rápida y soy buena con las armas, he estado practicando. Ya
no me duelen las heridas y he recuperado casi del todo la memoria con las
medicinas y la terapia que me habéis proporcionado. Creo que soy más útil en el
campo de batalla. Prometo ser sensata y dejar de comportarme como una cria,
tendré cuidado y mediré mis acciones.
- No creo que sea necesario –dice
Haymitch- tenemos un buen equipo Amy, sé que es difícil pedirte que te quedes
al margen pero tus padres y nosotros consideramos que deberías alejarte durante
un tiempo. Creemos que estarás mejor con Finnick en el distrito 4. Te
mantendremos informada de todo.
- No quiero mantenerme al margen.
- Eso no es una opción, cariño –
mi madre, su inconfundible voz suena en la sala. Las puertas se han abierto,
entra vestida de negro completamente, con una armadura que llevaba años
encerrada en un armario. Por la mirada de todos deduzco que nadie sabía que iba
a venir. Detrás mi padre, ambos parece que están mejor de lo que estuvieron
cuando todo esto empezó, parecen otros, decididos. Nunca les he visto así, son
los padres de los que hablan el resto, los que hicieron historia pero no los
que yo recuerdo, mis padres siempre fueron muy diferentes a lo que se mostraba
en la historia, ahora les veía como el resto, parecían la cara de una rebelión
aunque aún desgastados y destrozados por haber perdido a su hijo- parece que ya
me reconoces, ¿no vas a darme una abrazo?
Es mi madre. Mi madre está aquí,
después de tanto tiempo y la recuerdo, recuerdo su risa, su olor, su pelo, sus
ojos. Lo recuerdo todo de ella. Tengo los ojos llorosos pero esta vez los sentimientos
son buenos. Voy corriendo y la abrazo, y me siento en mi hogar, segura y lejos
de todo mal. No hay nada que explique el abrazo de una madre, ni el abrazo de
un padre. Están conmigo, aquí, y están bien. Mi padre se acerca y qué puedo
decir de él, tan dulce y calmado como siempre, sonriendo, me abraza como si
llevase años sin hacerlo.
- Estamos aquí para ayudar en la
búsqueda, aunque seguramente estos cabezotas nos manden al 12 pronto –mis padres
saludan a sus amigos de siempre, y después se dirigen a Finnick- eres igual que
tu padre. Los mismos ojos y la misma valentía, él nos salvó y tú has salvado a
Amy más de una vez. Estamos en deuda con tu familia, gracias por cuidar de ella.
-Aunque mi hija sabe cuidarse
sola... es como su madre, necesitará alguien que la vigile para no ir por libre
– Peeta se acerca a Finnick. Pienso en sus palabras, supongo que mi padre tiene
razón, soy demasiado impulsiva a veces- ¿puedo fiarme de ti?
- Cuidaré de ella, si quiere
venir conmigo, aunque no voy a obligarla a venir al distrito 4 si ella no
quiere. Si decide quedarse, me quedaré aquí con ella. No puedo quitarle su
decisión de elegir, espero que lo entiendas Peeta. Creo que lo mejor sería que
estuviese en el 4, pero nunca he sido capaz de convencerla por más que lo
intento, ya lo vimos en los juego...
- Iré – me abro paso entre todos-
estáis hablando de mí y estoy aquí presente, podéis preguntarme. No estoy de
acuerdo, pero si mis padres creen que es lo mejor, me iré al distrito 4. Si en
dos semanas no ha habido noticias, solicitaré volver y unirme al escuadrón de búsqueda.
Esas son mis condiciones.
Mi madre no está de acuerdo pero
antes de que pueda decir nada en mi contra le recuerdo todo lo que ella hizo
por libre cuando tenía mi edad, a ella le movía Prim, a mí me mueve Gale. Le
pido que lo entiendan y que lo respete, finalmente asiente. No estoy de acuerdo
en irme y mi madre no desea que me quede, quizás esta sea la forma de mantener
a todas las partes contentas.
Me despido de todas las personas
a las que tanto quiero y me dirijo a mi habitación para hacer las maletas, el
Capitolio no se considera lugar seguro por lo que quieren que salgamos de allí
cuanto antes. El resto de tributos también están volviendo, no he podido
localizar a Joel ni a Cristina, no sé cuáles están vivos y cuáles no. Esa
información de momento no me la han proporcionado.
Antes de ir a mi cuarto busco a
Colin entre los pasillos, tengo mucho que agradecerle y muy poco tiempo. Espero
que en algún momento podamos conózcanos mejor, hablar y entender las posiciones
que cada uno de los otros tuvimos que mantener en la Arena. No quiero irme sin
decirle que no le guardo rencor, gracias a él estoy viva. Son muchas las
personas que me han salvado ya, o que han muerto por mí, no quiero convertirme
en un rostro por el que morir. Mis padres tampoco quieren convertirme en ello,
por eso me alejan de aquí, antes de que me utilicen como un arma, tal y como lo
fue mi madre.